Bosquejo del Sermón
El término movimiento de resistencia describe situaciones en las que un pueblo oprimido se alza contra sus opresores. Los partidarios de la resistencia asumen esta postura: «No voy a quedarme de brazos cruzados y permitir que este mal continúe. Yo opto por resistir las injusticias. Sea que viva o muera por resistir a mi opresor, ya no viviré como lo he soportado hasta ahora».
La resistencia en oración es el método bíblico para confrontar y vencer al diablo. Pedro escribió: «al cual resistid firmes en la fe» (1 P 5.9). Santiago hizo eco de esta enseñanza: «Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros» (Stg 4.7, 8). Tanto Pedro como Santiago dejan en claro que hemos de resistir activamente el mal perseverando en la oración.
En la superficie, la resistencia puede parecer pasiva. En la práctica, nunca lo es. Es una postura activa, intencional y firme.
La resistencia es la decisión de unirnos a la lucha contra el mal en oración.
Suponga que un objeto pesado ejerce presión contra usted y amenaza con quitarlo del puesto que le pertenece por derecho propio. ¿Cómo ejercería resistencia? Se reclinaría sobre el peso y haría presión contraria. La presión que usted ejerce sería igual o mayor a la presión ejercida contra usted. Esa es una postura de resistencia.
La resistencia es ante todo la decisión firme de unirse a la lucha contra el mal en oración, en vez de ignorar el problema, ceder o retroceder. Tal resistencia requiere fuerza y valor. También demanda paciencia y perseverancia. Por eso Lucas incluye una parábola que nos enseña «sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar» (Lc 18.1).
Pedro y Santiago apuntan a dos palabras indispensables para definir nuestra capacidad para resistir al diablo con nuestras oraciones: la fe y la sumisión a Dios.
Someternos a Dios es decir: «yo no puedo, pero Tú puedes». En nuestras oraciones del campo de batalla podríamos decir: «Señor, no puedo vencer al diablo por mi cuenta. Pero contigo, sí puedo». Esta es la postura del apóstol Pablo cuando dijo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil 4.13).
Santiago enseñó que el sometimiento se da cuando procuramos desarrollar una relación más estrecha con Dios. Al pasar tiempo con Dios, llegamos a conocerlo mejor y descubrir cómo quiere Él que venzamos el mal y experimentemos bendición.
Nos acercamos a Dios mediante la oración y pasando tiempo en su Palabra. Nos acercamos a Dios cuando apartamos tiempo única y exclusivamente para escucharlo y esperar hasta que recibamos de Él dirección y guía. Nos acercamos a Dios cuando nos aislamos periódicamente para eliminar todas las influencias que puedan distraernos de conocerle mejor. Cuanto mejor le conocemos, más vemos su poder asombroso, más experimentamos su inmenso amor, más aprendemos de su sabiduría y más crecemos en nuestra fe. Así llegamos a una convicción todavía mayor: «Sí, Dios puede vencer al diablo por mí. Sí, Dios ganará en cualquier conflicto con el diablo. Sí, Dios quiere que yo sea capaz de vencer a mi adversario y vivir en victoria en Cristo Jesús».
Crecemos en la fe al ejercerla.
La fe es decirle a Dios: «yo creo que lo harás». En nuestra batalla para vencer al enemigo, podríamos orar así: «yo creo que Tú vencerás al enemigo y harás que huya de mí al resistirlo y poner en Ti mi confianza». Una y otra vez, David hizo esta declaración de fe al Señor: «Dios mío, en ti confío» (Sal 25.2; también 31.6; 55.23; 56.3; 143.8). La fe perfecta ve la batalla terminada y a Dios con la victoria ganada. Cuando David dijo «en ti confío», quiso dar a entender: «Está hecho. Señor, Tú eres perfecto por naturaleza y haces bien todas las cosas. Tú tienes victoria sobre todos mis enemigos». David tenía fe absoluta en la capacidad de Dios. Su convicción no daba ocasión para decir «espero que lo haga», porque David sabía que la victoria era una realidad.
Crecemos en la fe al ejercerla, al confiar en Dios en situación tras situación, circunstancia tras circunstancia, y relación tras relación. Así desarrollamos una historia personal en la que obedecemos a Dios y Él permanece fiel en su cuidado amoroso de nosotros.
Es imposible que usted pueda resistir durante mucho tiempo al diablo si no cree que Cristo Jesús, a través de usted, ya ha vencido y vencerá al enemigo. Además, usted sólo puede permanecer firme en su fe cuando se somete completamente a Dios en todas las áreas de su vida. Si se niega a someter un problema o área el Señor, está diciendo: «Yo puedo manejar esto. No necesito Tu ayuda». Eso es justamente lo que Satanás quiere que usted haga: confiar en sus facultades y no en Dios omnipotente. De hecho, en este asunto el enemigo concentrará su mayor ataque contra usted.
La buena noticia es que Dios nos ha dado a cada cual una medida de fe para desarrollar. También nos da la capacidad de confiar en Él y rendirle nuestras vidas. Podemos estar firmes y resistir al enemigo, pero sólo por el poder de Dios. Él es quien oye nuestras oraciones y corre en nuestra defensa. Cuando oramos, Satanás huye.
Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.
Este mensaje es parte de la serie Principios de vida.