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Sermón de TV

Principio de Vida 27: La oración: El mejor uso de nuestro tiempo

No hay nada como la oración para ahorrar tiempo.

1 de noviembre de 2019

Bosquejo del Sermón

El cambio nunca es fácil, especialmente cuando nuestras decisiones afectan a otras personas. El cambio implica que se tomen decisiones importantes, y esto introduce la posibilidad de cometer graves errores y sufrir consecuencias permanentes. Si tomamos esas decisiones sin buscar la dirección del Señor, vamos camino al desastre. Por otro lado, si oramos a Dios pidiendo su guía y comprometiéndonos a hacer su voluntad, Él se mueve de manerasasombrosas para ayudarnos.

Recuerdo la ocasión en que nos era preciso encontrar una propiedad nueva para albergar nuestro ministerio de televisión y radio, «En Contacto». Cuatro meses antes del traslado previsto, encontramos un edificio que nos pareció perfecto. El único problema era que costaba $2.7 millones de dólares. Varios miembros de la junta y otros en el personal ejecutivo se pusieron de acuerdo sobre la ubicación y el precio, y sugirieron que sacáramos un préstamo para adquirir la propiedad. Sin embargo, otros rechazaron tanto el precio como la noción de incurrir una gran deuda.

Después de eso, un miércoles por la tarde, algunos de nosotros nos reunimos durante varias horas para discutir la situación, pero no pudimos lograr un consenso. Era como si estuviésemos en medio de una espesa neblina. Necesitábamos la dirección divina, y supe que no la íbamos a recibir sentados alrededor de una mesa redonda. Le pedí a mi secretaria que llamara al parque estatal Unicoi e hiciera arreglos de algunas cabañas para la semana siguiente. Yo sabía que para cualquier estadía en aquel parque tocaba hacer reservaciones con cuatro a seis meses de anticipación, y era improbable que tuvieran espacio para nosotros. Sin embargo, diez minutos más tarde ella regresó y nos informó que las reservaciones de las cabañas estaban listas.

Si tomamos decisiones sin buscar la dirección del Señor, vamos camino al desastre. 

En la mañana que partimos a Unicoi, le pedí a un amigo que negociara con el dueño para ver si podíamos comprar la propiedad por $2 millones. También le pedí a nuestro administrador de la iglesia que averiguara si podíamos extender seis meses más nuestra permanencia en las instalaciones actuales. Ambos me dijeron que harían su mejor esfuerzo.

Durante las dos horas que conduje desde Atlanta hasta las cabañas, estuve pensando y orando, y Dios me trajo a la mente Zacarías 4.6: «No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos». Lo interpreté como una señal de que Él quería hacer algo que nosotros desconocíamos por completo. Así que oré: «Señor, sea lo que sea que tengas pensado hacer, ¡por favor no permitas que nos lo perdamos!»

Durante dos días, hablamos muy poco y oramos mucho. Clamamos a Dios con desesperación, sabiendo que se acercaba la fecha límite y que estábamos perdiendo tanto la paz como la unidad. Durante un receso, llamé a nuestro administrador y me enteré que habíamos recibido una prórroga en nuestras instalaciones vigentes, y contábamos con seis meses más antes de tener que mudarnos. Esa fue una gran noticia. Más tarde, mi amigo me llamó a contarme que el dueño de la propiedad había accedido a vendérnosla por $2 millones. Solamente había un problema. El edificio tenía un arrendatario al que todavía le quedaban seis meses en su contrato de alquiler, y pedirles desocupar antes de tiempo nos costaría un dinero extra. Nosotros seguimos orando.

Cuando nos fuimos de Unicoi dos días después, seguíamos sin tener una dirección clara acerca de cómo se llevaría a cabo la compra del edificio, pero estábamos comprometidos a esperar en Dios. Teníamos plena confianza que Él tenía en mente algo diferente a sacar un préstamo multimillonario y que su plan ya había sido puesto en marcha.

Tan pronto llegué a casa, recibí un recado para llamar a un caballero a quien no conocía. Se trataba de un televidente de «En Contacto» que estaba interesado en ayudar al ministerio. Le devolví la llamada y me dijo: «Dr. Stanley, lo he tenido a usted y a su ministerio en mi mente durante los últimos días. He notado que nunca pide dinero en sus programas, pero me preguntaba si tendría alguna necesidad».

El Señor sabe exactamente lo que usted necesita, y Él siempre contestará sus oraciones de la manera que sea absolutamente más beneficiosa para usted. 

Yo no sabía si reír o llorar. Le expliqué nuestra situación y luego le conté acerca de nuestra reunión de oración. Me preguntó cuánto costaba el edificio. Le dije que yo creía que podíamos conseguirlo por dos millones de dólares. El hermano dijo: «Yo creo que me puedo encargar de eso». Y lo hizo. Unos noventa días después, cerramos el negocio.

¿Puede imaginarse el error que habríamos cometido si no nos hubiéramos detenido a buscar la guía del Señor, y no hubiéramos confiado en su provisión? ¿Puede imaginar la cantidad de tiempo, energías y recursos que habríamos gastado si hubiéramos tratado de adquirir esa propiedad en nuestras fuerzas y no en las de Dios?

No hay nada como la oración para ahorrar tiempo. Usted puede estar enfrentando un gran cambio o una decisión que le parece abrumadora. El Señor sabe exactamente lo que usted necesita, y Él siempre contestará sus oraciones de la manera que sea absolutamente más beneficiosa para usted. Por lo tanto, pase tiempo escuchándolo, recibiendo su sabiduría y dirección, y bebiendo nada más que su presencia y su poder. Guarde silencio delante de Él, descanse en Él y permítale ordenar sus pasos. Él le librará de avanzar en la dirección equivocada y desperdiciar su tiempo haciendo cosas innecesarias.

¿Está dispuesto(a) a detenerse y escucharlo a Él? ¿Está listo(a) para que Él le haga rendir la mayor cantidad de fruto posible? Entonces sin importar qué enfrente, encomiéndese a su cuidado, su calendario, su sabiduría, su provisión y su guía por medio de la oración. Encontrará que su tiempo con Él es la mejor inversión que usted hace, día tras día.

 

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.

Este mensaje es parte de la serie Principios de vida.

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