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Sermón de TV

Principio de Vida 25: Compartamos las bendiciones de Dios

Dios nos bendice para que nosotros podamos bendecir a otros.

18 de junio de 2022

¿Somos dadores, o solo nos contamos entre los que reciben? Las personas más felices son generosas y viven dispuestas a ayudar a los necesitados. Esos dadores alegres disfrutan del gozo sobrenatural aquí en la Tierra, y en el cielo recibirán recompensa inconmensurable. Mi oración es que usted también comparta con generosidad las bendiciones que Dios le ha dado, confiando en que Él suplirá para todas sus necesidades.

Bosquejo del Sermón

¿Cómo completaría usted las siguientes frases?

  1. Dios me salvó porque ___________________________.
  2. El propósito de Dios para mí es __________________.
  3. Me parezco más a Jesús cuando __________________.

Este breve ejercicio no tiene por objeto presionarle, sino establecer un marco de referencia para este principio de vida.

1. Dios me salvó porque Él me ama.

La única razón por la que Dios envió a su Hijo a este mundo a morir por nuestros pecados es que Él nos amó. Cuando reconocemos nuestro pecado y nuestra necesidad de un Salvador, Él nos perdona, nos otorga la vida eterna y nos obsequia el don de su Espíritu Santo en virtud de su amor y su gracia inmensurable. No hay otra razón.

Muchas personas parecen creer que Dios salva a un hombre o a una mujer debido a las buenas obras o el servicio de esa persona. Nada podría estar más lejos de la verdad. Ninguna cantidad ni calidad de servicio puede hacernos merecedores de la salvación. El apóstol Pablo dejó este punto muy en claro cuando escribió: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Ef 2.8, 9). ¡Hasta la fe por la cual creemos que Dios nos perdona y nos salva es un regalo divino que fluye de su amor!

Cualquier bien que hagamos es en respuesta a las dádivas que Dios nos da. 

Este punto es crucial y debe ser comprendido plenamente: cualquier bien que hagamos es en respuesta a las dádivas que Dios nos brinda, de salvación, vida eterna y el Espíritu Santo. Nunca sirve para ganar, merecer ni pagar la salvación.

2. El propósito de Dios para mí es darle gloria.

Dios nos salvó a usted y a mí para que sirviéramos como ejemplos a otros, de cómo su amor y su misericordia obran en y por medio de una vida humana.

Muchas personas parecen pensar que la única razón para la salvación es que una persona vaya al cielo cuando muera. La vida eterna es parte del plan de perdón de Dios, pero no es la única razón para nuestra salvación. Dios nos salvó para que cada uno de nosotros reflejara su naturaleza; para que pudiéramos ser su pueblo en esta tierra, haciendo la clase de obras que Jesús mismo haría, si Él anduviera en nuestros zapatos y en nuestro lugar en las realidades sociales de nuestra época, durante nuestro tiempo de vida en este mundo. Él desea manifestar su carácter a través de nuestras personalidades y nuestras habilidades.

Cuando permitimos que su Espíritu Santo obre en nosotros y por medio de nosotros, nos convertimos en vasos útiles de la expresión del amor de Dios en acción. Empezamos a reflejar su compasión, su amor y su misericordia a otros. Al hacerlo, nos convertimos en testigos suyos y así le traemos complacencia, honra y gloria al Señor.

3. Me parezco más a Jesús cuando sirvo a otros.

Jesús vertió su vida misma para que otros pudieran ser salvos. 

La característica más sobresaliente de la vida de Jesucristo fue y sigue siendo el servicio. Somos más semejantes a Él cuando servimos como Él sirvió.

Muchos parecen pensar que una persona se parece más a Jesús cuando predica como Jesús predicó, enseña como Jesús enseñó, sana como Jesús sanó o hace milagros como los hizo Jesús. Se limitan a ver la manifestación externa del testimonio y el ministerio de una persona.

Necesitan ver más allá de esa manifestación externa, la motivación en la vida de Jesús. Esa motivación siempre fue el amor. Jesús predicaba, enseñaba, sanaba y hacía milagros con el fin de ayudar a los demás, nunca para ser el centro de atención. Él vertió su vida misma para que otros pudieran ser salvos. Pablo escribió: «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos» (2 Co 8.9).

Dios nos llama a servirnos los unos a los otros tal como Jesús lo hizo. Él no le salvó ni le llamó a servir para que usted pudiera ser exaltado, alabado, enaltecido ni puesto sobre un pedestal. Él le salvó para que usted pudiera servirlo a Él y a los demás. Cuando hacemos esto, lo honramos con nuestras vidas. Lo más importante que usted puede hacer fuera de aceptar a Cristo como su Salvador, es darle su vida y dejarse guiar por Él cada día.

Algunos piensan erróneamente que lo que hacemos no es importante para Dios, pero esto no es cierto. Él tiene un plan para cada uno de nosotros, y cuando tomamos la decisión de andar por fe, Él nos lo revela. Además, ese plan siempre incluye servicio y dedicación a Él y a las personas que Él trae a nuestras vidas.

Dios nos amó para que pudiéramos amar a otros. Él nos bendice para que podamos bendecir a otros. De eso se trata la vida cristiana.

 

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.

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Este mensaje es parte de la serie Principios de vida.

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