Bosquejo del Sermón
Toda persona ha conocido la tristeza que se siente cuando la vida se mueve en una dirección no anticipada ni deseada. La desilusión puede venir como resultado de circunstancias negativas, un cambio súbito de planes o un asunto personal que le tiene frustrado. Si alguien cercano a usted se comporta de una manera que le decepciona, tal vez experimente una sensación profunda de pérdida. Por ejemplo, si alguien se ha propuesto arruinar sus planes, usted puede sentirse tentado a denigrar a la persona. No obstante, sin importar qué haya causado su decepción, le parecerá que su sueño anhelado quedó vuelto trizas. Tal vez no sepa cómo reaccionar, pues le resulta difícil procesar todas sus emociones.
Puede ser que esto mismo le sucedió a José, el carpintero nazareno que se había comprometido para casarse con la joven piadosa llamada María. Como cualquier hombre judío, él anticipaba el día en que tomaría su esposa y empezaría su propia familia.
Entonces recibió la noticia.
Dios tiene un plan único para su vida.
Imagine las emociones en el corazón de José al oír que María estaba encinta. Fue un golpe devastador para sus esperanzas y sus planes, puesto que la ley era muy clara: «si hubiere una muchacha virgen desposada con alguno, y alguno la hallare en la ciudad, y se acostare con ella; entonces los sacaréis a ambos a la puerta de la ciudad, y los apedrearéis, y morirán; la joven porque no dio voces en la ciudad, y el hombre porque humilló a la mujer de su prójimo; así quitarás el mal de en medio de ti» (Dt 22.23, 24). No sólo se quedaría sin novia, sino que su prometida sería sometida a muerte. La desilusión tuvo que haber sido sobrecogedora.
Mateo 1.19 nos muestra que José consideró un plan de acción distinto, quizás en un intento por atenuar en alguna medida aquella situación tan penosa: «José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente».
Sin embargo, como sabemos, María no había violado la ley en absoluto. De hecho, Dios tenía planes muy especiales con aquel embarazo (Is 7.14; Mt 1.18; Lc 1.26–38). El ángel del Señor le dijo a María: «concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo» (Lc 1.31, 32).
El Señor envió a un ángel para confirmarle su plan extraordinario a José. Le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1.20, 21). José no se desanimó a pesar de su desencanto inicial, sino que aceptó la voluntad de Dios, obedeció al Señor y recibió a María para que viviera con él, siendo todavía una virgen, hasta el nacimiento de Jesús (Mt 1.24, 25).
Dios tiene su futuro en sus manos.
De igual modo, Dios tiene un plan único para su vida, un plan que no cambia por circunstancias inesperadas. Cuando enfronte una situación que no esté en línea con su propio entendimiento de cómo es que Dios quiere que su vida proceda, usted debe detenerse y mirarlo a Él para recibir dirección. Algunas veces Él permite que ocurran decepciones para que usted aprenda a apoyarse más en Él, a andar por fe y no por vista. Pero nunca olvide esto: mientras que las decepciones son inevitables, el desánimo es por elección nuestra. No debería permitir que las dificultades que surjan le roben su entusiasmo o su confianza en Él.
En las desilusiones diarias que amenazan agotar sus recursos emocionales y desviar su atención del Señor, usted tiene esperanza verdadera y una alternativa real de gozo y vida abundante en Cristo. Las circunstancias no le controlan, sino Jesús. Usted jamás tiene que ser la víctima de sus sentimientos. Puede optar por mirar a Dios, escuchar, aprender y seguir adelante. Al hacer esto, las tristezas y las heridas de su corazón, así como las cicatrices de las viejas desilusiones, se disiparán en el amor restaurador de Dios.
Dios sí tiene bendiciones para usted, más de las que pueda imaginar. Suéltese de las desilusiones y el miedo, y sujétese de la esperanza y la confianza en el Señor una vez más. Dios tiene su futuro en sus manos, y usted jamás saldrá perdiendo si vive esperando en lo que Él ya le ha reservado.
Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.
Este mensaje es parte de la serie Principios de vida.