Bosquejo del Sermón
La vida no es fácil. Nos esperan muchos baches y vueltas a lo largo del camino. La carrera es real, la batalla continua, y las experiencias dolorosas pueden atravesarnos el corazón. Sin embargo, nuestras circunstancias no deberían definir quiénes somos ni cómo reaccionamos. Más bien, como creyentes, nuestra conducta en cada situación debería honrar al Señor Jesús y nuestra identidad siempre debería basarse en la salvación que Él nos ha provisto.
El capítulo 11 de Hebreos nos recuerda aquellos hombres y mujeres que se mantuvieron firmes a pesar de sus circunstancias adversas. Usted podrá decir: «Por supuesto que ellos perseveraron; Dios obró poderosamente en su situación, ¡nada más mire el desenlace de sus historias!»
Pero entienda que, tal como usted, los santos del pasado no supieron cómo iba a terminar su historia, ni tampoco cuándo cumpliría Dios las promesas que les había hecho. No obstante, 1 Reyes 8.56 declara: «ninguna palabra de todas sus promesas… ha faltado».
Entonces, ¿cómo fue que ellos demostraron tener una fe tan fuerte en Dios? La tenían porque confiaron en el hecho de que el Señor era capaz de ayudarles y hacer que todas las cosas obraran para bien (Ro 8.28; He 11.1). Aunque nada más tuviera sentido para ellos, decidieron poner su esperanza en el Señor soberano, y Él los recompensó por su confianza (He 11.6).
Dios sabe que la vida cristiana no es fácil.
En el quinto grado, un joven que ahora es pastor de una iglesia, tuvo que memorizar la lista inspiradora de personajes piadosos en Hebreos 11, con todos los nombres de aquellos siervos fieles del Señor que perseveraron en sus grandes pruebas por medio de su confianza en Dios. Fue una de las lecciones más transformadoras de su vida. Cada vez que pasaba por una situación difícil en el ministerio, el Señor le recordaba estos grandes campeones de la fe, y le daba la confianza para soportar como ellos.
Al considerar la nube invisible de testigos en la Biblia (He 12.1), nosotros también deberíamos ser animados por sus testimonios. Deberíamos ser alentados por la historia de José, quien soportó aunque la vida pareciera ser tan injusta (Gn 45.4–8; 50.20). O David, quien obedeció a Dios aunque en ciertas ocasiones todo pareciera impedirle el llegar a ser rey de Israel, que había sido la promesa del Señor (1 S 23.14). O Moisés, quien «se sostuvo como viendo al Invisible» (He 11.27) y dirigió al pueblo de Israel a la tierra prometida. O los discípulos, quienes quedaron desolados en la crucifixión de Cristo, pero fueron fortalecidos, animados y llenos de propósito para sus vidas en su resurrección.
Si cualquiera de estas personas se hubiera considerado víctima de sus circunstancias, habrían empezado su peregrinaje con Dios en derrota y desánimo. En lugar de eso, se enfocaron en la mano todopoderosa del Señor y triunfaron con Él.
De igual modo, podemos decir: «Dios, si ellos soportaron yo también puedo, porque Tú eres tan soberano hoy como lo fuiste entonces, y Tú me amas tanto como los amaste a ellos. Por lo tanto, no me consideraré una víctima de mis circunstancias. Más bien, veré cada situación como una oportunidad para que tu gloria resplandezca en victoria».
Aquel que sufrió la cruz vive en usted.
Dios sabe que la vida cristiana no es fácil. Cuando usted recibió al Señor Jesús como su Salvador, Él le fijó un curso a seguir. Como su Señor soberano, Él trazó en el mapa cada obstáculo, cada vuelta, cada desvío, cada colina y cada valle. Él supo de antemano todas las dificultades que usted tendría que enfrentar. Él entendió que estaría en conflicto permanente con el mundo, la carne y el diablo hasta que partiera con Él a su hogar celestial. Pero, Él no le puso simplemente en el camino, esperanzado que usted encontrara la ruta por su cuenta. Él envió al Espíritu Santo a morar en usted para guiarle y animarle. Para poder aguantar hasta el final, se requiere algo que no se consigue fácilmente, y es que usted confíe totalmente en su Dios invisible y soberano. Sin embargo, cuenta con el Espíritu Santo, quien le recuerda la fidelidad y el poder del Señor (Jn 14.26), de manera que usted sí pueda mantener su compromiso con Él.
Cuando las dificultades del camino entorpezcan su avance, y ciertamente las tendrá, usted no puede salir huyendo. No puede darse por vencido. A medida que usted obedece al Señor fielmente sin importar las circunstancias, su fe será cada vez más fuerte. Esta es su preparación para prestar un servicio más grande y tener un ministerio de mayor alcance. Así es como usted llega a ser un creyente fuerte, firme y con una fe inquebrantable.
Aquel que sufrió la cruz vive en usted, y le ha equipado plenamente para cualquier tarea que le llame a ejecutar. Si tropieza, Él está presto para levantarle. Tan solo acuérdese de mantener siempre la mirada puesta en Jesús. No se rinda. Persevere.
Usted no está solo(a). Su Señor soberano está a su lado en cada situación. Por lo tanto, clame a Él para que le infunda su poder y sabiduría, y obedezca en todo lo que le llame a hacer. Recuerde también que usted nunca es una víctima de sus circunstancias, pues su Dios soberano puede usar todo lo que le suceda para bendecirle y para ser glorificado.
Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.
Este mensaje es parte de la serie Principios de vida.