Bosquejo del Sermón
En este mundo agitado, el simple acto de esperar puede hacernos perder los estribos y el buen juicio, ¡con más frecuencia de lo que quisiéramos admitir! A nadie le gusta hacer fila más de diez minutos; tampoco nos gusta detenernos en los cruces de calles; y preferiríamos no esperar tanto para recibir nuestra orden en el restaurante. Ni siquiera nos gusta esperar mientras llegan las cosas buenas, como por ejemplo, que un pez muerda el anzuelo. Queremos lo que queremos, y lo queremos ahora mismo.
Por otro lado, la Palabra de Dios insiste en que aprendamos algunas de las lecciones más grandes de la vida mientras esperamos. Las salas de espera pueden ser salones de clase muy agobiantes, pero Dios promete grandes recompensas a quienes esperan en Él. Su plan consiste en usar las pausas prolongadas de la vida para nuestra bendición… si sabemos esperar.
Él está obrando para que todo resulte en nuestro bien y su gloria.
¿Por qué Dios nos pide con tanta insistencia que esperemos? Consideremos cinco recompensas principales de esperar en Él.
- Descubrimos la voluntad de Dios.
«Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca» (Lm 3.25). Dios no se toma su tiempo para darnos el deseo de nuestro corazón con el fin de controlarnos. Más bien, sabemos que aún durante la espera, Él está obrando para que todo resulte en nuestro bien y su gloria (Ro 8.28). Mientras anticipamos con anhelo su provisión, debemos mantener nuestra mirada en Él y estar atentos a su voz y su dirección. De ese modo, aprendemos a hacer su voluntad y nuestra relación con Él se fortalece y se profundiza. - Recibimos energías y fuerzas sobrenaturales.
Dios nos invita a reclamar su promesa en Isaías 40.29–31: «Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán».
Así como Dios profundiza nuestra relación con Él durante los tiempos de espera, también aumenta nuestra energía, fe, paciencia y firmeza. Crecemos en la semejanza a Cristo y en todos sus atributos, que incluyen amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gá 5.22, 23). Es evidente que esperar en Él no es ninguna pérdida de tiempo. - Ganamos batallas.
«Espera a Jehová, y él te salvará» (Pr 20.22). ¡Qué maravilloso es ver al Señor rescatarnos y bendecirnos con su favor! Cuando hacemos las cosas a nuestra manera y en nuestro propio tiempo prematuro, terminamos en derrota. En cambio, si esperamos en Dios y obedecemos sus mandatos, Él asegura nuestra victoria y nos libra de cometer actos necios y precipitados. - Vemos el cumplimiento de nuestra fe.
«No se avergonzarán los que esperan en mí» (Is 49.23). A la final, nunca nos sentiremos avergonzados por esperar en Dios, que es la decisión más inteligente en todos los casos. Aunque otros nos inducen a abrirnos paso sin esperar en el Señor, debemos recordar que Él es el único que puede ayudarnos de verdad, y que jamás nos dejará decepcionados. Si confiamos en Él y obedecemos, seguramente veremos el cumplimiento de toda esperanza que hayamos puesto en Él. - Veremos a Dios obrando a favor nuestro.
Isaías lo expresó así: «Nunca oyeron, ni oídos percibieron, ni ojo ha visto a Dios fuera de ti, que hiciese por el que en él espera» (Is 64.4). ¡Qué promesa tan maravillosa! Mientras nos ocupamos en esperar activamente, Él se ocupa en obrar activamente. Piense en esto: cada día que pasa, contamos con la intervención del Mediador más grande e influyente del universo. Aún cuando las cosas parezcan ir por mal camino, Él se encarga que todas las cosas se encaminen hacia el cumplimiento de su propósito.
Mientras nos ocupamos en esperar activamente, Él se ocupa en obrar activamente.
Aunque esperar puede ser uno de los aspectos más difíciles de la vida cristiana, nunca tiene que ser una pérdida de tiempo. Dios nos da instrucciones a seguir durante los períodos de espera activa. Él puede cambiar nuestras circunstancias mientras esperamos. Él nos mantiene firmes en sus caminos y nos prepara para sus respuestas. Él usa el tiempo de espera para purificar nuestros motivos y fortalecer nuestra fe, y cuando optamos por esperar de ese modo, Dios nos recompensa con bendiciones grandiosas que no nos esperábamos.
Considere el esperar en Dios como algo similar a sembrar un jardín. Usted pone una semilla bajo la tierra y le echa agua. Luego espera.
Y espera.
Y espera.
Después que el sol y la lluvia nutren la tierra, las semillas empiezan a crecer, y un día, por fin, usted empieza a ver la evidencia de lo que ha plantado. Suponga ahora que hubiera sido impaciente, y que hubiera desenterrado las semillas porque nada parecía estar sucediendo. Habría arruinado su huerta.
Recuerde que algunos frutos requieren mucho tiempo para madurar, y Aquel que quiere hacer crecer el mejor fruto en nuestra vida, sabe con exactitud cuánto tiempo nos toca esperar. Por lo tanto, confíe en Él y sea paciente, porque Él está produciendo el fruto más maravilloso y precioso que usted podría esperar o imaginarse.
Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.
Este mensaje es parte de la serie Principios de vida.