Para los creyentes, la muerte y la resurrección del Señor Jesucristo les garantizan la promesa de un hogar eterno con Él en el cielo. Pero ¿qué significa esto para nosotros ahora mismo?
Porque Él vive, no solo tenemos esperanza en cuanto al futuro, ¡sino también la capacidad de caminar con Dios hoy! En este mensaje, el Dr. Stanley enseña que, gracias a la Resurrección de Jesús, podemos vivir sin ansiedades, orar con confianza y tener una vida de influencia piadosa.
Porque Él vive, nosotros también podemos vivir con paz y confianza en su divina presencia cada día.
Bosquejo del Sermón
PORQUE ÉL VIVE
PASAJE CLAVE: Lucas 24.1-12
LECTURA DE APOYO: Mateo 5.13-16; 6.26-33; 7.7, 8; 16.21-23 | Lucas 11.9, 10 | Juan 3.3; 14.3, 16, 18, 27 | Hechos 1.4; 2.21 | Romanos 10.9, 10 | 2 Corintios 5.8 | Efesios 2.8, 9 | Hebreos 1.3; 9.27; 13.5 | 1 Juan 5.14, 15
INTRODUCCIÓN
Nadie esperaba que Jesús resucitara de la muerte después de haber sido crucificado.
Muchos habían sido crucificados, pero ninguno había vuelto a vivir. ¿Por qué entonces las personas de esa época considerarían esa posibilidad? En nuestros días, aquellos que no creen en la resurrección de Cristo, no entienden por qué los creyentes nos reunimos para celebrar aquello que a ellos les parece no tener sentido. Pero ese evento es el cimiento de nuestra fe, no solo porque la Biblia lo menciona, sino porque sabemos que Jesucristo vive en nuestro corazón.
DESARROLLO DEL SERMÓN
Los que conocían y creían en Jesús, no pensaron que el Señor regresaría a la vida después de haber sido crucificado.
José, un miembro del sanedrín, le pidió a Pilato que le diera el cuerpo, lo preparó para la sepultura y lo depositó en una tumba. El domingo, temprano en la mañana, algunas mujeres vinieron a la tumba con especies aromáticas. Si José y esas mujeres hubieran tenido la expectativa de que Jesús resucitaría, no hubieran hecho nada de eso.
Ni aun los discípulos de Jesús, quienes habían escuchado sus enseñanzas, visto sus milagros y presenciado momentos en que revivió a otras personas, esperaban que Él resucitara. De hecho, al hablarles acerca de su muerte y resurrección, Pedro declaró que algo así nunca debería suceder, y fue reprendido por el Señor (Mt 16.21-23).
Pero tal y como lo había anunciado Jesús, Él murió en la cruz y cuando las mujeres vinieron a la tumba, se dieron cuenta de que estaba vacía. Dos ángeles les dijeron que Jesús había resucitado. Fue en ese momento que recordaron sus palabras sobre lo que sucedería. Sin embargo, cuando les contaron a los discípulos, éstos no les creyeron (Lc 24.11, 12). Pero Pedro y Juan corrieron al sepulcro y se dieron cuenta de que era verdad: Jesús no estaba muerto.
¿Qué significado tiene la resurrección de Jesús para nosotros?
Aunque muchos no creen que Jesús resucitó, para aquellos que hemos confiado en Él como nuestro Salvador, su resurrección no solo es real, sino también personal y muy importante.
Porque Él vive . . .
- No tenemos que vivir con soledad en nuestro corazón. Tenemos una confianza absoluta de que Jesús está vivo y mora en nuestro corazón, tal y como lo prometió. No nos ha dejado huérfanos, pues envió al Espíritu Santo para que morase en nosotros (Jn 14.16-18). Nunca estamos solos, pues Jesús vive en cada creyente por medio de su Espíritu.
- No tenemos que preocuparnos por la provisión de Dios. Desde el comienzo de su ministerio, Jesús le dijo a sus seguidores que su Padre celestial, quien cuida de las aves, las flores y las plantas del campo, también iba a proveer para sus necesidades. Esa promesa no tendría ningún valor si Jesús solo fuera un ser humano, pero al ser el Hijo de Dios, quien además venció la muerte, sabemos que podemos confiar en su Palabra. Nada es superior a su poder. Y en su tiempo perfecto proveerá para nuestras necesidades.
- Podemos orar con seguridad. Después de resucitar, Jesús ascendió a la diestra del Padre, donde intercede por nosotros. Eso nos garantiza que responderá a nuestras oraciones. Y en 1 Juan 5.14, 15 nos dice: “que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye” y concede nuestras peticiones. En vez de dudar, debemos vivir con la expectativa de la respuesta que nos dará.
- Podemos tener una influencia espiritual positiva en la vida de otros. En el Sermón del monte, Jesús nos dice que somos la luz del mundo y la sal de la Tierra (Mt 5.13-16). Por medio del poder de su Espíritu Santo, podemos ser una luz en medio de este mundo oscuro en el que vivimos.
- Experimentamos al Espíritu Santo en nosotros. Aunque los discípulos ya habían vivido tres años cerca de Jesús, no estaban equipados para realizar la misión que les daría. Pero cuando el Espíritu Santo vino a morar en ellos, fueron capacitados para servirle. Fue por eso que el Señor les dijo que se quedaran en Jerusalén hasta que recibieran la promesa del Espíritu (Hch 1.4). Ese mismo Espíritu que ellos recibieron, es el mismo que también mora en el corazón de todos los que reconocen a Jesucristo como su Salvador personal. Es Él quien nos ayuda a comprender que el Señor murió por nosotros, para que nuestros pecados fuesen perdonados y pudiéramos ser salvos. Cuando nos arrepentimos y creemos en Cristo, su Espíritu Santo nos sella como hijos de Dios. Y nadie puede romper ese sello, pues la resurrección de Cristo hace que nuestra salvación sea segura y eterna.
- Podemos tener paz en medio de los momentos más difíciles de nuestra vida. Antes de ser crucificado, Jesús le dijo a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn 14.27). La paz de Cristo es como un ancla que nos sostiene en medio de las tormentas. Aunque en ocasiones sintamos temor, el Señor nunca se olvida de los que le amamos, por el contrario, intercede en todo momento por nosotros ante la presencia de nuestro Padre celestial. Jesús comprende nuestras debilidades, y está con nosotros en todo momento para sostenernos y ayudarnos a llegar a ser la persona que desea que seamos.
- Podemos enfrentar la muerte sin temor alguno. Jesús está vivo y es la fuente de nuestra vida eterna. Si es nuestro Salvador, iremos a su presencia una vez que hayamos muerto (2 Cor 5.8). Porque Él vive, es que nunca moriremos, sino que viviremos para siempre con Él.
Solo por medio de Jesús recibimos la esperanza de la vida eterna.
Es al confiar en Cristo como nuestro Salvador, que obtenemos el regalo de la vida eterna.
- Romanos 10.9 “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. Dos aspectos son esenciales para ser salvos: confesar que Jesús es el Señor y creer en su resurrección.
- Efesios 2.8, 9 “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. La salvación depende del poder de Dios y no de nuestras buenas obras. Tenemos que reconocer que somos pecadores y creer que solo Jesús tiene el poder para perdonar nuestros pecados y hacernos aceptables ante Dios.
REFLEXIÓN
- ¿Qué le diría a una persona que no cree en la resurrección de Jesús? ¿Cuál cree que es más convincente, su testimonio o un debate sobre el tema de la resurrección?
- ¿Cuál de los beneficios de tener un Salvador resucitado es más valioso para usted? ¿Por qué?