En este mensaje, el Dr. Stanley nos recuerda que todos tenemos algún tipo de fe, el cual influye en nuestra manera de vivir. La fe de un no creyente es autodirigida, mientras que la fe de un creyente es dirigida por Dios. El Dr. Stanley explica cómo podemos alcanzar un nivel de fe que ayude a que nuestra vida cristiana adquiera un propósito más fuerte y emocionante.
Bosquejo del Sermón
NIVELES DE FE EN LA VIDA DEL CREYENTE
PASAJE CLAVE: Marcos 11.20-24
LECTURAS DE APOYO: Mateo 6.25-30 | Mateo 8.5-10, 23-26 | Mateo 11.20-24 | Mateo 16.5-8 | Mateo 17.19, 20 | Marcos 9.17-29 | Hebreos 13.5 | Romanos 6.23 | Hebreos 9.27 | 1 Juan 1.9
INTRODUCCIÓN
Al enfrentar adversidad, ¿se deja llevar por las dudas y temores, o enfrenta sus pruebas en fe?
Si responde confiando en Dios, va por el camino correcto. Como creyentes en Cristo, siempre podemos fortalecer más nuestra relación con Él. Y la Biblia nos revela que existen varios niveles de fe.
DESARROLLO DEL SERMÓN
La realidad es que, mientras más vivimos, mejor debería ser nuestro nivel. Sin embargo, algunos ni tan siquiera saben que existen niveles de fe. Y aunque lo supieran, el temor puede llegar a estorbar su fe y hacer que pierdan las bendiciones de Dios.
El Señor ofrece el regalo de la fe a toda persona, sea cristiana o no. De hecho, todos actuamos por fe cada día. Abrimos el grifo con fe en que saldrá agua; vamos a la oficina creyendo que tendremos un empleo; y, como cristianos, clamamos en oración, porque confiamos en que Dios escucha y responde a sus hijos. La fe en Cristo está dirigida por Dios, mientras que la fe de un no creyente la dirige la propia persona. El no creyente tan solo escoge no confiar en el Señor.
La fe en Dios es crucial en nuestra relación con Él. Es lo que determina si vamos a vivir con paz o no, y puede marcar la diferencia entre temer o ser valiente. La fe en el Señor impacta cada aspecto de la vida, incluso la manera en la que reaccionamos y las decisiones que tomamos. Tener fe puede representar una lucha, pues nuestra naturaleza nos lleva a reaccionar según lo que vemos y sentimos. Pero cuando actuamos confiando en Dios, Él nos bendice.
Niveles de fe
Primer nivel: Poca fe es una fe inconstante, la cual se caracteriza por la lucha y la duda entre la esperanza y la incertidumbre. Nos dice: “Sé que Dios puede hacerlo, pero no estoy convencido de que lo hará”. Existen muchos pasajes bíblicos en donde Jesucristo menciona la poca fe de algunos, no para criticarlos, sino para exhortarlos a tener más fe (Mt 6.25-30; Mt 8.23-26; Mt 16.5-8; Mt 17.19, 20). Muchos se mantienen en este nivel porque solo se enfocan en sí mismos, en sus circunstancias y en sus propios recursos y habilidades, en lugar de enfocarse en el Señor. No pueden confiar mucho en Dios y viven llenos de inquietudes.
Santiago 1.6-8 nos advierte acerca de este tipo de fe, y nos dice que la persona que duda, “es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”. Eso no significa que Dios nunca contestará sus oraciones a menos que alcance un nivel más alto de fe. Pero como Dios desea lo mejor para nosotros, no quiere que vivamos en este nivel más bajo de fe. También debemos reconocer que ser maduro a nivel espiritual, no significa que nunca dudaremos. Hay ocasiones en las que somos confrontados con situaciones difíciles; y en esos momentos tenemos que esforzarnos para conocer la voluntad de Dios.
Las preguntas que deben hacerse los cristianos que batallan con el primer nivel de fe son: ¿Dónde está mi enfoque? ¿Será que en verdad creo que Dios es quien dice ser —omnipotente y omnisciente— que me ama de manera incondicional y que me ha prometido no olvidarme, ni abandonarme jamás? (He 13.5). Algunos de los obstáculos para alcanzar niveles altos de fe son: 1) No conocer lo que la Biblia dice acerca del Señor; y 2) pensar de acuerdo con las enseñanzas del mundo, en vez de “programar” nuestra mente con la Palabra de Dios. De cualquier manera, la solución es la misma; debemos reflexionar cada día en las verdades bíblicas.
Marcos 9.17-29 nos da un ejemplo claro de una fe que titubea. En el versículo 24, el padre de un muchacho endemoniado clama: “Creo; ayuda mi incredulidad”. En otras palabras: “Creo en Ti, Señor Jesús, pero me cuesta mucho trabajo hacerlo”. Dios entendió su lucha y honró la fe que tenía. El Señor también conoce nuestras luchas, pero desea que avancemos hacia un nivel más profundo de fe, para que podamos recibir lo mejor de Él.
Segundo nivel: Gran fe es la fe que se extiende, la cual se demuestra en los creyentes maduros que no se conforman con vivir con duda ni temor. La gran fe está basada en la verdad de las Sagradas Escrituras y no necesita prueba alguna, sino solo la Palabra de Dios. Se enfoca en el Señor y no en las dificultades. No se trata de cuán difícil sea la circunstancia, sino de que nuestro Dios soberano es mayor que cualquier prueba que enfrentemos y es todopoderoso para cambiar cualquier circunstancia.
Como resultado, la gran fe está dispuesta a esperar. En el primer nivel, las personas se afanan y enojan cuando no reciben lo que esperaban; y se rinden. Note que batallar con nuestra fe no es pecado. Sin embargo, rendirnos sí lo es, pues evidencia nuestra incredulidad. La gran fe está dispuesta a perseverar. Nos dice: “No me doy por vencido”. Y confía en Dios con la expectativa de que hará lo que ha prometido.
Mateo 8.5-10 describe este nivel de fe. El centurión confiaba tanto en que Cristo podía sanar a su siervo, que no consideraba necesario que lo sanara en persona. Al decir: “solamente di la palabra, y mi criado sanará” (Mt 8.8), Jesucristo se maravilló por su gran fe (Mt 8.10).
Tercer nivel: La fe perfecta es la fe que descansa, la cual confiesa: “No solo Dios puede hacerlo, sino que ya lo ha hecho”. La persona que tiene este nivel de fe sabe que ya tiene lo que ha pedido, pues su vida está basada por completo en la Palabra de Dios (Mt 21.22). Ya no hay más duda, ni manipulación, ni lucha para tratar de hacerlo todo con nuestras propias fuerzas.
La fe perfecta es la meta de todo creyente en Cristo. En Marcos 11.14-20 los discípulos notaron que la higuera que el Señor había maldecido (Mr 11.14) se había secado desde las raíces. La respuesta del Señor fue: “Tened fe en Dios…todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Mr 11.22-24). La fe perfecta conoce lo que Dios ha dicho y no lo cuestiona, confía en que ya ha sido hecho.
El Señor desea que tengamos esa clase de fe, para que en todo momento podamos ver sus promesas hechas realidad. Claro que, una persona que vive en pecado, o que ora por algo que está fuera de la voluntad de Dios, no debe esperar recibir lo que ha pedido. Pero el creyente obediente con una fe en el tercer nivel descansa en las promesas de la Biblia. No necesita suplicar por aquello que el Señor ya ha prometido que sucederá.
La poca fe se preocupa porque las circunstancias lucen sombrías y piensa que Dios no le escucha. La gran fe declara: “Padre, has dicho que suplirás para mis necesidades, y confío en que lo harás”. Pero la fe perfecta proclama: “Has prometido suplir para mis necesidades, y sé que ya has preparado la provisión que deseas darme. Lo que para mí parece difícil, no lo es para Ti. Muchas gracias”.
REFLEXIÓN
¿Está convencido de que existe un Dios omnisciente, omnipotente, omnipresente, fiel y amoroso, quien es el soberano de todo el universo?
¿Cómo puede avanzar hacia un nivel más profundo de fe? ¿Qué sucedería si pone todo su enfoque en el Señor en vez de en sus circunstancias?