En el momento en que somos salvos, Dios nos inscribe en la escuela de la fe. Es decir, Dios comienza a enseñarnos los principios bíblicos de cómo vivir en un mundo que se opone a Él. Podemos tener la seguridad de que el Dios de la Biblia es el único y verdadero Dios.
Bosquejo del Sermón
LOS REQUISITOS DE LA FE
PASAJE CLAVE: Génesis 12.1-8
LECTURAS DE APOYO: Génesis 12.12-20 | Génesis 13.4; 15.1-6; 17.1-4,9; 22.1-18 | Josué 24.2 | 2 Crónicas 20.17 | Salmo 46.10 | Proverbios 3.5,6 | Isaías 64.4 | Mateo 18.3; 19.14 | Hechos 1.8
INTRODUCCIÓN
Al ser salvo, cada creyente en Cristo comienza una vida de fe.
Al principio, conocemos muy poco acerca de la vida cristiana, y el Señor nos pone en su escuela de fe, para que aprendamos los principios bíblicos básicos que nos enseñan a vivir para Él, en medio de un mundo que se opone a sus enseñanzas. Todos comenzamos nuestro andar siendo débiles, pero al creer más que Dios es quien dice ser y que hará lo que ha prometido, nuestra confianza aumenta, hasta que nuestra fe se fortalece.
DESARROLLO DEL SERMÓN
En la Biblia se describe a Abraham como un hombre de gran fe, aunque al principio no fue así. Con el cumplimiento de cada revelación y promesa Dios, la confianza de Abraham creció. Dios nunca se dio por vencido, así que continuó obrando en él, hasta cumplir su propósito. Usó cada uno de los fracasos de Abraham como una oportunidad de enseñanza en su escuela de la fe.
Cinco requisitos para aprender a andar por fe
Es por fe como comenzamos una relación personal con Dios y aprendemos a caminar por fe en vez (Pr 3.5, 6).
1. Aprender a escuchar a Dios. Este es el primer requisito para andar por fe. Debemos saber lo que Dios dice. La primera vez que le habló a Abraham, le dijo: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Gn 12.1). Abraham pasó esta prueba, porque “se fue Abram, como Jehová le dijo” (Gn 12.4).
Durante su estancia en Canaán, Dios le habló en diversas ocasiones, para darle más detalles acerca de su plan y promesas. En algunas ocasiones, Abraham edificó altares en los lugares en donde escuchó la voz del Señor, como recordatorios de su dirección y promesas.
Abraham escuchó la voz audible de Dios. Aunque puede que ese no sea nuestro caso, el Señor nos hablará de una manera personal. Existen varios pasos que podemos dar para escucharlo.
Reflexionar en la Palabra de Dios. Hacemos esto al leerla, orar, pensar sobre lo que hemos leído y hacernos preguntas al respecto. Pero no debemos detenernos ahí. También debemos aplicar lo que hemos aprendido y observar los resultados de nuestra obediencia a Dios.
Pasar tiempo a solas con Dios. Debemos alejarnos del ruido del mundo, para poder enfocarnos solo en el Señor y en aquello que nos enseña.
Tomar notas en la Biblia. Escribir aquello que Dios nos ha dicho nos sirve de recordatorio de su obra en nuestra vida, igual que los altares de Abraham lo hicieron.
Ejercitarnos para escuchar al Espíritu Santo. Nos lo dio para ayudarnos a discernir lo que el Señor nos dice en su Palabra. En ocasiones, también nos guía al poner algo en nuestros corazones. Así que debemos aprender a identificar esa voz interna, para que podamos obedecerlo.
Vivir con la expectativa de que escucharemos a Dios. El Señor no está en silencio. Nos ha dado su Palabra y su Espíritu; hablará a todos los que desean escucharlo.
2. Aprender a obedecer a Dios. Una vida de fe es la que se vive en obediencia, aun en tiempos de grandes dificultades y pruebas. Aunque Abraham vino a ser un hombre de mucha fe, no siempre confió en Dios para obedecerlo. Cuando el Señor le dijo que se alejara de su tierra y de su parentela, a la tierra que le mostraría, Abraham solo obedeció en parte. Comenzó su viaje como se le había ordenado, pero trajo consigo a su sobrino Lot. Al llegar a Canaán, en vez de confiar en que Dios le proveería y protegería en medio de la hambruna, se fue a Egipto en busca de provisiones. Y trató de protegerse a sí mismo, al mentir y decir que su esposa era su hermana.
En momentos de debilidad, nos puede parecer que la desobediencia parcial o completa tiene sentido; pero cada vez que escogemos seguir nuestro camino, también nos dirigimos a Egipto en busca de problemas.
3. Aprender a depender de Dios. Abraham no dependió de la protección de Dios al irse de Canaán. Pero, después de todos los problemas en Egipto, retornó a Canaán con un corazón arrepentido y adoró a Dios en el mismo lugar donde antes había levantado un altar (Gn 13.4). La solución para la desobediencia es siempre el arrepentimiento.
Las situaciones difíciles nos impulsan a depender del Señor. Puede que perdamos todo lo que tenemos, pero nunca perderemos al Dios Todopoderoso. Nos enseña a depender de Él a lo largo de toda nuestra vida. Por eso es tan importante que recordemos lo que ha hecho en el pasado. Al mirar atrás recordamos su fidelidad, y nuestra fe se fortalece.
Nuestro Padre celestial desea que dependamos de Él para todo, incluyendo dirección, protección y provisión. Pero también dependemos de su fortaleza para obedecer. Solo por el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros, podemos hacer la voluntad de Dios y convertirnos en la persona que Él planeó que fuésemos.
4. Aprender a esperar en Dios. El Señor prometió a Abraham que de él haría una gran nación (Gn 12.2), pero aún no tenía hijos. Sarah le sugirió tener un hijo por medio de su esclava egipcia Agar. En vez de esperar a que Dios les diera un hijo, Abraham y Sarah trataron de que la promesa de Dios se cumpliera a su manera. Pero ese no fue el hijo que el Señor había prometido.
Tuvieron que esperar algunos años más para que Dios permitiera que Sarah llevara en su vientre el hijo de la promesa. La impaciencia de ellos no estorbó el plan de Dios. A pesar de su error, por su gracia les dio el hijo en el momento oportuno.
5. Reconocer los fracasos de la fe y aprender de ellos. A lo largo de su vida, Abraham tuvo tropiezos espirituales, pero en todo momento aprendió de sus fracasos y maduró en la fe. Al ser sometido a la prueba más grande de su vida, fue su gran fe la que le capacitó para ser obediente. El Señor le pidió que sacrificara a Isaac, al hijo de la promesa (Gn 22.1-18). Abraham tenía tanta confianza en que Dios cumpliría sus promesas, que creyó con fe en que levantaría a Isaac de los muertos de ser necesario. Así que, en obediencia, levanto el cuchillo que tenía en su mano para matar a su hijo. Fue en ese momento que Dios intervino y proveyó un carnero para ser sacrificado como sustituto.
Aprendemos a caminar por fe de la misma manera que lo hizo Abraham; al escuchar la voz de Dios, obedecer sus mandamientos y reconocer cada uno de nuestros fracasos. Y, en los momentos clave de la vida, debemos esperar en el Señor, confiando en que intervendrá conforme a su voluntad y tiempo perfectos.
REFLEXIÓN
¿Cómo puede describir su andar por fe?
Al reflexionar en cuanto a su vida, ¿qué situaciones le han ayudado a crecer espiritualmente?
¿Qué lecciones clave ha aprendido de sus fracasos? ¿De qué manera han fortalecido su confianza en Dios?