Puede ser difícil para nosotros creer en las promesas de la Biblia con respecto a la sanidad física. Tal vez nos hayamos decepcionado en el pasado o hayamos malinterpretado la enseñanza bíblica sobre el tema. O tal vez no creemos que Dios haga milagros hoy como lo hizo en los tiempos bíblicos.
El Dr. Stanley enseña que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Así como la sanidad física jugó un papel importante en el ministerio terrenal de Jesucristo, todavía sigue siendo importante para Él hoy. El Dr. Stanley utiliza ejemplos personales de milagros modernos y señala numerosos pasajes bíblicos que enfatizan la voluntad de Dios de suplir la restauración física.
El Dr. Stanley también aborda:
- El papel de la fe en la sanidad
- La importancia de reaccionar de manera sabia frente a la enfermedad
- Cómo los hermanos en la fe deben ser una parte integral de nuestra sanidad
- Cómo Dios a veces usa la aflicción para captar nuestra atención
- Por qué no somos sanados cada vez que lo pedimos
- Cómo reaccionar cuando Dios no responde nuestras oraciones por sanidad
Bosquejo del Sermón
LA PROMESA DE SANAR
PASAJE CLAVE: Santiago 5.13-18
LECTURA DE APOYO: Génesis 20.17, 18 | Isaías 53.4, 5 | Mateo 13.58; 14.34-36 | Marcos 2.5 | Hechos 3.6-8; 28.8 | 1 Corintios 12.9 | 2 Corintios 12.7-10 | Colosenses 4.14 | 2 Timoteo 4.20
INTRODUCCIÓN
Entre todas las promesas de la Biblia, las más difíciles de entender son las que hablan acerca de la sanidad.
Nuestra confusión se debe, en general, a nuestra incredulidad respecto al poder de Dios, a nuestra ignorancia de la enseñanza bíblica, así a como las declaraciones falsas de otras personas en cuanto a la sanidad. Quizás por eso muchos reaccionen a una enfermedad buscando primero la ayuda médica en lugar de dirigirse a Dios. Eso no quiere decir que consultar a un doctor no sea importante; pero el Señor no debe ser el último recurso del cual echamos mano si todo lo demás nos falla. Puesto que Él es el Médico Divino, ¿por qué no acudir a Él desde un principio?
Dios todavía se ocupa de sanar, pero lo hace según su voluntad y su tiempo. Cuando el Señor se demora, es porque está enfocado en algo más importante que un cuerpo sano. Su objetivo es ayudarnos a aprender a escucharlo, y la enfermedad tiene una manera especial de captar nuestra atención. Por medio de ella, aprendemos lo que Dios desea enseñarnos.
DESARROLLO DEL SERMÓN
Dios nunca cambia, y sus propósitos y caminos permanecen invariables a lo largo de toda la Biblia.
Al examinar las enseñanzas del Antiguo Testamento, el ministerio del Señor Jesús y la labor de los apóstoles en la sanidad, entenderemos mucho mejor la disposición del Señor para intervenir en nuestros padecimientos físicos.
La sanidad en el Antiguo Testamento
La primera mención del poder sanador del Señor se encuentra en Génesis 20.17, 18, cuando contestó la oración de Abraham y sanó a todos los de la casa de Abimelec. Muchos años después, el Señor prometió eliminar toda enfermedad de en medio de su pueblo si lo servían. A partir de entonces la salud de la nación dependió de su fidelidad a Él.
En Isaías 53.5, Dios les habló de la sanidad que vendría por medio del sacrificio expiatorio del Mesías. Aunque esta promesa se extiende a nosotros como resultado del sacrificio de Cristo, no garantiza que el Señor nos devolverá la salud siempre que se lo pidamos. Debemos estar conscientes de que en esta vida no disfrutamos de todos los beneficios de la expiación: algunos nos han sido reservados para el cielo. El mayor triunfo de la cruz fue sanar nuestra relación con el Señor, la cual fue alterada por nuestro pecado.
En el ministerio del Señor Jesucristo
Recordemos que Él vino a este mundo primordialmente a morir por nuestros pecados, pero gran parte de su ministerio fue sanar a los enfermos (Mt 14.34-36). Para entender esta promesa, debemos reconocer:
- Su propósito. Aunque su amor por la humanidad fue una motivación poderosa, la razón principal para sanar de manera milagrosa fue demostrar que era el Hijo de Dios.
- Su prioridad. El enfoque del Señor siempre fue el corazón del pecador. Cuando un paralítico fue traído por sus amigos, quienes hicieron una abertura en un techo y bajaron el lecho en el que yacía el paralítico para que Cristo lo sanara, en lugar de sanarlo inmediatamente, le dijo: “Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mr 2.5); y después procedió a sanarlo. Primero resolvió lo más urgente y luego le ordenó: “Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa” (v. 11). El paralítico le obedeció y Dios fue glorificado.
El papel de los apóstoles en la sanidad
Después de la ascensión, los apóstoles continuaron la obra de Cristo y parte de su actividad fue sanar a los enfermos. Por ejemplo, cuando Pedro y Juan encontraron a un cojo de nacimiento, pidiendo limosna en la puerta del templo, ambos se interesaron en él y Pedro le dijo que no tenía ni plata ni oro, pero que le daría algo mejor: “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. Luego lo ayudó a levantarse y quedó sano (Hch 3.6-8).
- Las experiencias de Pablo con la sanidad. Pablo nos enseña muchas cosas acerca de la sanidad. Puesto que fue un apóstol prominente, es lógico esperar que su participación fuera muy activa para restaurar a los enfermos, pero solo encontramos un relato de que así haya sido (Hch 28.8). Esto se debió primordialmente a que el apóstol Pablo fue llamado por Dios a proclamar el evangelio.
- Enseñanza de Pablo acerca de la sanidad. Debido a que fue escogido para enseñar y explicar la verdad divina, los escritos de Pablo son nuestra guía para entender lo que Dios desea que sepamos acerca de los dones espirituales y la sanidad. El Señor ha concedido a algunos creyentes el don de la fe para orar por la restauración de otras personas (1 Co 12.9). Los intercesores no pueden sanar a nadie, pues solo Dios puede hacerlo; pero debido a su gran fe, el Señor contesta sus oraciones y concede el don de la salud a quienes estén enfermos.
- La experiencia de Pablo con la enfermedad. El hecho de ser apóstol no garantizó que las oraciones de Pablo por su salud siempre serían contestadas. En cierta ocasión, uno de sus compañeros se enfermó y él lo dejó en una ciudad y continuó su viaje (2 Ti 4.20). También, él batalló con sus propios problemas de salud, por lo que Lucas, a quien él llamaba “el médico amado” (Col 4.14), siempre lo acompañaba. En 2 Corintios 12.7-10, Pablo describe una prueba a la que fue sometido, que él mismo le llamó “un aguijón en mi carne” (v. 7). Pese a sus súplicas y oraciones, Dios no lo sanó, por lo que Pablo entendió que la razón de su sufrimiento tenía como propósito impedir que se exaltara desmedidamente. Al mismo tiempo, Dios le dijo: “Bástate mi gracia”, y le dio tanto la fortaleza para soportar las adversidades como el contentamiento con su situación.
REFLEXIÓN
- Siempre que experimentemos cualquier enfermedad, nuestra primera reacción debe ser preguntar al Señor cómo desea que reaccionemos. Es casi seguro que Él nos diga que confiemos en que nos sanará, o que nos indique que busquemos la ayuda de algún médico humano. Pablo hizo las dos cosas: buscó la sanidad del Señor para su vida y no cabe duda que también dependió de la ayuda de Lucas para tratarlo debidamente en cualquier enfermedad.
La meta consiste en estar conscientes de la intervención de Dios en todo momento y comprender que Aquel que nos salvó camina junto a nosotros en todo momento y dirige nuestros pasos si dependemos de Él por completo.