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Sermón de TV

La mano poderosa de Dios

Escoger lo que honra a Dios trae cambio, perdón y restauración.

Charles F. Stanley 6 de febrero de 2021

El faraón era el líder de una nación y su rebelión contra Dios tuvo consecuencias muy graves para muchas personas. Ya sea a gran o menor escala, el pecado destruye. En este mensaje, el Dr. Stanley explora la desobediencia del líder egipcio y habla de lo importante que es identificar nuestras debilidades y buscar un arrepentimiento genuino, como individuos y como nación.

Este mensaje fue grabado antes de la crisis de COVID-19. Para proteger a nuestro personal y a la comunidad, estamos siguiendo las pautas de seguridad y practicando el distanciamiento social. Apreciamos su comprensión.


Bosquejo del Sermón

La mano poderosa de Dios

PASAJE CLAVE: Éxodo 5.1, 2

LECTURAS DE APOYO: Éxodo 4.21; 7.14-25; 8.1-32; 9.1-35; 10.1-29

INTRODUCCIÓN

Podemos leer la Biblia, reconocer que es verdad y aun así perdernos la lección que Dios desea enseñarnos por medio de un pasaje específico.

Por ejemplo, la historia de Moisés y de cómo Dios liberó milagrosamente al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto está llena de valiosas enseñanzas sobre cómo confiar en el Señor y obedecerlo. Sin embargo, hay otro personaje en esta historia del cual podemos aprender sobre lo que no debemos hacer. Faraón mostró un patrón de desobediencia que nunca debemos seguir.

DESARROLLO DEL SERMÓN

Los hebreos eran los descendientes de José, quien llegó a Egipto como esclavo y eventualmente fue promovido por faraón a una alta posición en el gobierno. Faraón había invitado a su familia a venir a Egipto, para que vivieran en Gosén. A la larga, ese pequeño grupo de 70 personas aumentó aproximadamente a 2 millones.

Luego en Egipto se levantó un nuevo rey que no conocía a José y los israelitas fueron obligados a realizar trabajo forzado como esclavos. Moisés era un jóven hebreo que creció y fue educado en el palacio, pero después tuvo que huir para salvar su vida. Pasó los siguientes 40 años como pastor de ovejas en el desierto, hasta que Dios lo llamó desde una zarza ardiente y le dijo que regresara a Egipto para que le pidiera a faraón que dejara ir a su pueblo.

La mano poderosa del Señor obró por medio de Moisés para cumplir su plan.

“Y dijo Jehová a Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo” (Ex 4.21). El propósito del Señor no solo era rescatar a los hebreos, sino también usar el duro corazón de faraón para someter a los egipcios y que conocieran que Él es el único Dios verdadero. Cuando Moisés y Aarón le dieron a faraón el mensaje de Dios, éste respondió: “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel” (Ex 5.2). Ante ello, aumentó sus labores, al no proveerles la paja que necesitaban para hacer ladrillos, pero les dejó la misma cuota de trabajo.

Dios comenzó a obrar en el duro corazón de faraón por medio de las plagas.

Como su corazón era testarudo, Dios envió nueve plagas a Egipto. Después de cada plaga, el corazón de faraón se endurecía cada vez más y se negó a dejar ir a los israelitas.

  • Sangre (Ex 7.14-25). El Señor convirtió toda el agua del río Nilo en sangre. Los peces murieron, el río repugnaba y las personas tuvieron que abrir huecos en la tierra para encontrar agua que beber.
  • Ranas (Ex 8.1-15). Dios hizo que salieran ranas del agua para que cubrieran la tierra. Estaban en sus casas, camas, hornos y recipientes. Faraón prometió dejar ir al pueblo, pero una vez que el Señor quitó las ranas, el rey cambió de opinión.
  • Piojos (Ex 8.16-19). Luego toda la nación de Egipto se llenó de piojos. Incluso los hechiceros reconocieron que era obra de Dios; pero faraón no los escuchó ni a ellos ni al Señor.
  • Moscas (Ex 8.20-32). Nubes de moscas llenaron las casas y cubrieron ese territorio; pero el Señor apartó la tierra de Gosén para que no llegaran ahí. Al hacerlo demostró al faraón que era el poderoso Dios de los hebreos quien controlaba todos esos eventos en Egipto. Aun cuando las moscas fueron removidas, una vez más faraón incumplió su promesa de dejar libre al pueblo de Dios.
  • Ganado (Ex 9.1-7). El Señor envió una enfermedad que mató a todo el ganado de Egipto, pero protegió al ganado de su pueblo.
  • Úlceras (Ex 9.8-12). Tanto los hombres como los animales se llenaron de dolorosas úlceras en la piel. El Señor pudo haber destruido a los egipcios, pero les permitió continuar para demostrarles su poder y que así su nombre fuese conocido en toda la Tierra (vv. 14-16).
  • Granizo (Ex 9.13-35). Moisés le dijo a faraón que vendría una fuerte tormenta de granito y le advirtió que pusiera a salvo a las personas y a los animales. El granizo destruyó las cosechas, los árboles y cayó sobre las personas y animales que permanecieron afuera. Sin embargo, en la tierra de Gosén no hubo granizo. Aunque faraón momentáneamente se arrepintió, volvió a pecar y endureció su corazón.
  • Langostas (Ex 10.1-20). El Señor envió langostas para que cubrieran toda la tierra de Egipto. Eran tantas que el cielo se oscureció. Llenaron las casas e ingirieron toda planta y todo fruto de los árboles que sobrevivieron el granizo. No quedó nada verde en esa región. Se habían quedado sin su reserva de alimento y los egipcios sufrían por el duro corazón de faraón. Su desobediencia afectó a toda la nación.
  • Tinieblas (Ex 10.21-29). La siguiente plaga consistió en una densa tiniebla que cubrió toda la región de Egipto durante tres días. No podían verse entre ellos, y ni tan siquiera salieron de sus casas; pero todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones. La vida en Egipto se estancó, y aun así el corazón de faraón se endurecía más y su enojo lo volcó contra Moisés. Le dijo: “Retírate de mí; guárdate que no veas más mi rostro, porque en cualquier día que vieres mi rostro, morirás” (v. 28).

Debemos evitar seguir el ejemplo de desobediencia de faraón.

Aunque recibió muchas oportunidades para obedecer al Señor, faraón menospreció al Dios de los hebreos. Cuando la situación se puso más difícil, sugirió cambiar la orden del Señor al restringir quiénes podían salir de Egipto para adorarlo. Una vez tras otra, prometió liberarlos, pero tan pronto se liberaba de una plaga, faltaba a su palabra. Su terco corazón trajo sufrimiento a los egipcios, lo que resultó en la destrucción de su territorio y de sus reservas de agua y alimentos. Faltaba una plaga más por llegar, la que finalmente le pondría fin a la obstinada voluntad de faraón; pero ni aún la muerte de todos los primogénitos de Egipto ablandó su endurecido corazón hacia Dios.

Por medio de esta porción bíblica, el Señor nos muestra el peligro de la desobediencia recurrente. Con cada acto de rebelión deliberada nuestro corazón se endurece más y nuestra voluntariedad se refuerza. Lo mejor es obedecer al Señor de manera inmediata a partir de la convicción. Eso no solo implica hacerle promesas, sino tener el compromiso de obedecerlo. También debemos ser cuidadosos de no poner condiciones a nuestra sumisión al Señor porque ante sus ojos la obediencia a medias es desobediencia.

REFLEXIÓN

  • ¿Ha seguido el patrón de desobediencia de faraón? ¿Qué promesas le ha hecho a Dios en tiempos de desesperación? ¿Cuáles ha roto una vez se siente aliviado del problema?
  • ¿Cuánta importancia le da a su obediencia al Señor? ¿Cuáles son los peligros de endurecer constantemente su corazón hacia Él?

Enlace de descarga

Este mensaje es parte de la serie Lecciones que aprendemos de la vida de Moisés.

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