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Sermón de TV

Hambre y sed de Dios, Pt. 2

Descubra cómo la verdadera plenitud solo puede venir de Dios.

2 de abril de 2022

¿Cuál es el motor de su vida? ¿Qué ocupa su tiempo e influye en todas sus decisiones? Podría ser su trabajo, una relación o un pasatiempo. Otras cosas pueden dar satisfacción temporal, pero solo la devoción al Señor Jesucristo satisface el alma.

Bosquejo del Sermón

HAMBRE Y SED DE DIOS, PARTE 2
PASAJE CLAVE:
Salmo 63.1-8
LECTURA DE APOYO: Mateo 16.18 | Mateo 28.19, 20 | Hebreos 10.25 | Apocalipsis 3.15, 16
INTRODUCCIÓN

Lo que sentimos hacia otras personas depende de lo bien que los conocemos; y esto, a su vez, influye en cómo nos relacionamos con ellos. Estas mismas verdades también se aplican a nuestra relación con el Señor, y determinan el anhelo que sentimos por Él.
DESARROLLO DEL SERMÓN

En el Salmo 63.1-8, David expresa su anhelo por Dios con sus acciones, declaraciones y compromisos. David:

  • Busca al Señor con sinceridad.
  • Ve su poder y su gloria.
  • Reconoce que la misericordia amorosa de Dios es mejor que la vida.
  • Se compromete a bendecir el nombre Dios mientras viva.
  • Ora en el nombre del Señor.
  • Está satisfecho con su Padre celestial al igual que con el alimento que lo sacia.
  • Alaba a Dios con labios de júbilo.
  • Se acuerda del Señor en la noche y medita en sus obras.
  • Confiesa que Él ha sido su socorro.
  • Se regocija por la protección del Señor.
  • Se aferra a su Padre celestial.
  • Reconoce que Dios es quien le ha sostenido.

Estas palabras describen una relación íntima con el Señor. Sin importar lo que David enfrentó en la vida, en todo momento se acercó más a Dios y encontró consuelo, estabilidad y gozo en Él, a pesar de las dificultades y sufrimientos.

Para muchas personas, Dios es más un extraño que el gozo de sus vidas, porque no lo conocen. Rara vez piensan en Dios, tampoco tienen pasión por Él y lo han relegado a un segundo plano. Aunque quizás asisten a la iglesia los domingos, Cristo tiene un lugar muy limitado en sus vidas los demás días de la semana.

Todo ser humano nace con un vacío en su alma, que solo el Señor puede llenar. Al ser salvos, el Espíritu Santo pone en nuestro corazones anhelo por Dios. Nuestra hambre por el Señor crece a medida que nos alimentamos de la Palabra, pero si la descuidamos, dicho apetito disminuye.
El propósito de sentir hambre por el Señor

Hay varias razones por las que Dios pone en los creyentes en Cristo un anhelo por Él.

1. Para amarlo. Dios nos creó como una expresión de su amor y en retribución, puso en nosotros el deseo y el hambre de amarlo.

2. Para transformarnos. Nos dio el anhelo de conocerlo y llegar a ser la persona que desea que seamos.

3. Para conocerlo. El Señor quiere que conozcamos su amor, bondad, misericordia y bondad.

4. Para protegernos. Una relación íntima con Dios nos protege de las tentaciones y provee en nosotros la estabilidad que necesitamos para resistir ante las pruebas y tormentas de la vida.

5. Para edificarnos. La pasión por Cristo produce un crecimiento en nuestro conocimiento de Él, y trae como resultado que el miedo y la ansiedad disminuyan, y aumenten el gozo, la paz y el contentamiento.
Saber distinguir entre el hambre por el Señor y el deseo por las cosas del mundo.
Al cultivar esa hambre que el Espíritu de Dios pone en nosotros, nos acercamos más a Él en nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Cada aspecto de nuestra vida es transformada. Encontraremos satisfacción en Él, y al mismo tiempo aumenta nuestra hambre por conocerlo más.
Si carecemos de este tipo de anhelo por nuestro Padre celestial, trataremos de encontrar satisfacción en los placeres de esta vida. Pero las posesiones materiales, los logros humanos y las relaciones personales solo proveen una satisfacción temporal. A la larga, traen decepción y nos empujan a buscar algo o a alguien más. Nada en este mundo puede llenar el vacío espiritual que Dios ha puesto en el corazón humano.

El mundo ofrece aquello que satisface a nuestra carne, a nuestra naturaleza humana, la cual es egoísta y pecaminosa. Pero el Señor nos ofrece lo que gratifica a nuestro espíritu, a la persona que en realidad somos en Cristo.
Evidencias de una vida hambrienta y sedienta de Dios

  • Amor y deseo por la Palabra de Dios. La Biblia es nuestra única fuente para conocer al Señor. Por tanto, aquellos con hambre espiritual, anhelan leer y meditar en la Palabra de Dios, para llegar a conocer sus pensamientos, deseos, atributos, obras y mandamientos. Al aplicar las verdades bíblicas obtienen conocimiento, sabiduría, fortaleza y dirección en la vida, y logran ver las bendiciones de la obediencia y las dolorosas consecuencias del pecado. Buscar al Señor en las páginas de la Biblia es como excavar en búsqueda de oro. Con cada verdad y principio que encontramos, aumenta nuestra fe en Jesucristo y el deseo por adorarlo.
  • Tiempo invertido con Dios. Si anhelamos al Señor, desearemos pasar más tiempo con Él, por medio de su Palabra y la oración. Nuestras oraciones se convertirán en tiempo para expresar nuestro amor, adoración, alabanza y gratitud a Él, además de incluir nuestras peticiones. Estaremos más confiados en su amor y cuidado, y nuestra fe en el Señor se fortalecerá.
  • Libertad de la tentación y de la influencia del mundo y la carne. Mientras más aumente nuestro conocimiento y amor por el Señor, más disminuirá nuestro deseo por los placeres de este mundo,
  • Deseo de tener comunión con otros creyentes. El amor por nuestros hermanos en la fe proviene de nuestro amor por Cristo. Asistir al templo, recibir las enseñanzas de la Biblia, alabar juntos y servirnos los unos a los otros será el deseo de nuestro corazón.
  • Pasión por compartir a Cristo con otros. Aquellos que crecen en su conocimiento y amor del Salvador anhelan contarles a otros acerca de Él y de la salvación que ofrece a los que crean en Cristo.

Pasos para desarrollar hambre y sed de Dios

1. Confiar en Jesucristo como Señor y Salvador. Solo aquellos que son salvos y han recibido el Espíritu Santo pueden tener un genuino anhelo por el Señor.

2. Tener el compromiso a relacionarse con Dios.

3. Pedirle a nuestro Padre celestial que ponga en nosotros un corazón que lo anhele.

4. Leer, estudiar, meditar y aplicar la Palabra de Dios.

5. Confesión y arrepentimiento de pecado. A medida que el Espíritu Santo usa las Sagradas Escrituras para revelar la desobediencia en nuestra vida, debemos confesar nuestros pecados y arrepentirnos. Nuestra relación con el Señor no puede progresar sin confesión y arrepentimiento genuinos.

6. Ser constante con estos pasos. Nuestra hambre por el Señor no se desarrollará si solo lo buscamos momentáneamente, debemos ser persistentes. Si tropezamos, debemos apresurarnos a comenzar de nuevo.
REFLEXIÓN

  • ¿Considera que Dios es su amigo, o lo ve como un extraño? ¿De qué manera su conocimiento de Dios influye en su percepción de Él?
  • ¿Qué deseos dominan su vida? ¿En dónde busca satisfacción? ¿Qué lugar tiene Dios en dicha búsqueda?
  • ¿Cultiva a diario su hambre por el Señor? De no ser así, ¿qué le impide hacer lo que es necesario para alcanzar esa meta? ¿Qué cambios está dispuesto a realizar con tal de desarrollar hambre y sed de Dios?

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