¿Sueña con convertirse en alguien conocido? Ser un actor, músico o atleta famoso puede no traer la felicidad que usted piensa porque la fama no satisface el alma. El Dr. Stanley explica que la verdadera satisfacción solo llega cuando pasamos tiempo con el Señor.
Bosquejo del Sermón
HAMBRE Y SED DE DIOS, PARTE 1
PASAJE CLAVE: Salmo 42.1, 2
LECTURA DE APOYO: Salmo 34.8; 51.10 | Isaías 43.7, 21 | Apocalipsis 3.15, 16
INTRODUCCIÓN
¿Recuerda la última vez que se paró frente a su refrigerador para buscar algo que saciara su hambre?
Lo más probable es que haya terminado ingiriendo un alimento agradable al paladar, pero con poco valor nutritivo. Y, antes de que pasara mucho tiempo, tuvo que regresar, pues no se sentía satisfecho. Quizás se pasó toda la tarde comiendo, para luego preguntarse por qué ingirió tanta comida chatarra que no le nutriría. En vez de preguntarse qué era lo mejor para su vida, optó por alimentos que solo le ayudarían por unos instantes.
No tiene nada de malo el apetito que Dios nos ha dado. Necesitamos ingerir alimentos para vivir. Pero el Señor debe siempre tener la prioridad en nuestra vida, pues nos creó con una necesidad intrínseca de Él. Sin embargo, en varias ocasiones optamos por buscar los placeres temporales de este mundo, aunque el Único que puede satisfacer y llenar ese vacío en nuestra alma es Cristo.
DESARROLLO DEL SERMÓN
En el libro de los Salmos encontramos muchos pasajes que expresan nuestro anhelo por el Señor. Salmo 42.1, 2 declara: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”.
David escribió muchos de los salmos y con frecuencia clamó al Señor por liberación en medio de sus problemas. Sin embargo, incluso en medio de su desesperación, meditó y buscó al Señor con todo su corazón.
De la misma manera, a todos nos acompañan los problemas y las decepciones, pero en vez de buscar al Señor, hay quienes tratan de saciarse con otras cosas, pues creen que así quedarán satisfechos. No tienen hambre y sed de Dios, sino que buscan satisfacerse con los placeres terrenales y actividades que carecen de valor eterno.
Lo mismo le puede suceder al creyente que no desarrolle un apetito por el Señor. Dios nos ha creado para Él y desea que lo adoremos (Is 43.21). Existimos para su gloria (Is 43.7). Por tanto, debemos nutrir nuestro deseo por Dios. Si descuidamos nuestro tiempo con el Padre celestial, buscaremos cualquier cosa que el mundo nos ofrezca.
Dos menús
Para continuar con la analogía de la comida, es como si contáramos con dos menús para nutrirnos. El menú de Satanás es largo y ofrece muchas opciones, como por ejemplo riqueza, poder y autoridad, reconocimiento y aprobación, placeres sexuales fuera de los parámetros bíblicos y la acumulación de bienes materiales. Todo esto es comida espiritual chatarra, la cual tiene un buen sabor momentáneo, pero no contiene nada nutritivo para los creyentes en Cristo. Aquellos que se deleitan en ese menú buscan satisfacerse, pero llega el punto en el que solo encuentran decepción, desilusión y un gran vacío.
Por el contrario, el menú de Dios solo ofrece un alimento: Jesucristo. Si nos alimentamos en Él, nos da su paz, gozo, contentamiento y seguridad. Solo el Señor nos llena y da la satisfacción que necesitamos.
Hambre y sed de Dios
Solo vivimos una vez en este mundo, así que debemos ser sabios y escoger desarrollar nuestra hambre y sed de Dios, en vez de desear aquello que el mundo nos ofrece. Necesitamos anhelar con todas nuestras fuerzas una comunión íntima con Dios, pues eso es lo que en realidad importa en esta vida. Es al sentir hambre del Señor cuando buscamos conocerlo más, y Él nos revela de su persona, y nuestra sed por Él continúa creciendo. La paradoja es que el Señor nos satisface en todo momento, pero al mismo tiempo incrementa nuestra hambre y sed por Él.
Si usted en verdad desea conocerlo mejor, no permitirá que los placeres de este mundo ocupen su lugar. Existen muchas tentaciones a nuestro alrededor que con mucha facilidad pueden captar nuestra atención y desviarnos. Muchas veces tratamos de encontrar nuestra satisfacción en otras personas, pero ningún ser humano puede satisfacernos, pues fuimos creados por el Señor. O quizás hemos creído que nuestros logros y experiencias nos pueden hacer sentir satisfechos, cuando no es así. Solo Dios puede llenar el vacío de nuestras vidas.
Debemos enfocarnos en nuestro amor y devoción hacia Cristo, anhelarlo por sobre todas las cosas. Las amistades se pueden perder, pero si hemos conocido al Señor nunca nos abandonará, pues su amor por nosotros es eterno. La devoción a Jesucristo es esencial, pues sin ella podemos volvernos tibios de espíritu, como los laodicenses en Apocalipsis 3.15, 16.
La mayoría de las personas creen que la satisfacción y realización están basadas en las circunstancias. Por eso, si no se sienten satisfechos, creen que la solución consiste en cambiar la situación que enfrentan. Pero cuando el Señor es nuestro mayor amor y anhelo, tendremos satisfacción y contentamiento en medio de cualquier circunstancia.
Características de aquellos que tienen hambre y sed de Dios
Cuando lo que más anhelamos en nuestro corazón es estar con Cristo, cada área de nuestra vida se ve transformada.
- Un mayor interés por la Palabra de Dios. La Biblia es la única fuente de información fidedigna para conocer más del carácter, las obras y los propósitos de Dios.
- Más deseo por la oración. La comunicación es la manera en la que las relaciones se desarrollan; y ello se aplica a nuestra relación con Dios. Por medio de la oración podemos profundizar nuestra comunión con Él.
- Un anhelo por conocer los caminos de Dios. Deseará conocer lo que el Señor piensa y su manera de obrar. Ningún conocimiento en todo el mundo puede producir la satisfacción que proviene de conocer más del carácter de Cristo, su manera de pensar, sus caminos y sus deseos.
- Un creciente deseo de cumplir con la voluntad del Señor en su vida. Su meta consistirá en seguir la dirección de Dios y en hacer su voluntad. Cada vez que se enfrente a una situación difícil y no sepa qué hacer, clamará a Dios para que le guíe, mientras busca su voluntad divina. Lo que Jesucristo desee, eso deseará usted.
- Un aumento en su fe en Dios. Mientras más le conozca, más confiará en Él en cualquier aspecto de su vida.
Dios siempre desea lo mejor para sus hijos. Nos atrae a su presencia y pone en nuestro corazón el deseo de buscarlo. Para cultivar nuestra hambre y sed de Dios, quizás tengamos que sacrificar algo. Aun así, los beneficios que recibimos al tener una comunión íntima con el Señor son mucho más grandes que cualquier cosa que sacrifiquemos.
REFLEXIÓN
- ¿En qué cosas ha buscado satisfacción? ¿Dichas cosas le han robado su apetito por el Señor? ¿Qué cambios de vida debe hacer?
- El Salmo 34.8 enseña: “Gustad, y ved que es bueno Jehová”. Para estimular nuestro apetito por el Señor debemos saborear el primer bocado. ¿Cuánto tiempo consagra con fidelidad para leer la Palabra de Dios y alimentarse de su conocimiento? ¿De qué manera la oración ha profundizado su comunión con el Señor?