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Sermón de TV

El mensaje triunfante de la Resurrección

En este mensaje, el Dr. Stanley comparte lo que la Palabra de Dios revela en cuanto a la Resurrección de los santos.

30 de marzo de 2024

En este mensaje, el Dr. Stanley comparte lo que la Palabra de Dios revela en cuanto a la Resurrección de los santos. Haga las paces con la muerte —consolándose en el conocimiento de que el plan de Dios para usted se extiende mucho más allá de su último aliento hacia una vida eterna con el Padre celestial.

Bosquejo del Sermón

EL MENSAJE TRIUNFANTE DE LA RESURRECCIÓN

PASAJE CLAVE: Mateo 28.1-8

LECTURAS DE APOYO: Lucas 24.30, 31, 41-43 | Juan 3.16; 11.25; 14.2, 3; 20.19, 27 | Romanos 8.23 | 2 Corintios 5.8 | Efesios 1.13, 14 | Filipenses 3.21 | Hebreos 7.25 | 1 Juan 2.1 | Apocalipsis 1.18; 22.3

INTRODUCCIÓN

La resurrección de Cristo es una verdad fundamental de nuestra fe

No obstante, al principio sus mismos discípulos tuvieron dificultad para creer que Él se había levantado de los muertos. Aunque Él mismo había predicho sus sufrimientos y muerte, ellos no entendieron el verdadero significado de sus advertencias, muchos menos la promesa de que Él resucitaría al tercer día.

Desde antes de su crucifixión casi todos huyeron tristes y desalentados. Después, no entendieron las noticias iniciales de quienes vieron al Señor totalmente recuperado de sus heridas, caminando por su propio pie. Sin embargo, cuando por fin lograron vencer sus dudas, sus vidas cambiaron radicalmente; abandonaron sus temores y se lanzaron a proclamar el evangelio con firme decisión. De la misma manera, en la actualidad el mensaje poderoso de la resurrección puede transformar nuestras vidas.

DESARROLLO DEL SERMÓN

El mensaje de la resurrección declara que:

• El Señor Jesucristo vive. Algunos creen que Él fue solo un personaje bíblico o una figura histórica; otros, que fue un buen hombre o, acaso, uno de tantos profetas y que su resurrección fue un mito. Pero como creyentes, nosotros sabemos que resucitó debido a que Él fue mucho más que un profeta, nada menos que el Hijo unigénito de Dios. Por consiguiente, ahora Él está a la diestra de su Padre abogando por nosotros (1 Jn 2.1) y, conforme a su promesa, está preparando lugar para nosotros y regresará a llevar a los suyos a las moradas eternas (Jn 14.2, 3).

Notemos, entonces, que los profetas de otras religiones han muerto, pero nuestro Señor es el único que vivió, estuvo muerto y ahora vive “por los siglos de los siglos” (Ap 1.18). Y que además está activo y ocupado en nuestro bienestar temporal y eterno.

• Nosotros somos perdonados. Nuestros pecados han sido perdonados no por nuestras buenas obras ni promesas de “portarnos bien”, sino por el sacrificio vicario que Cristo hizo a nuestro favor. Por este acto, el Padre lo levantó de los muertos y ratificó todo lo que su Hijo había afirmado acerca de sí mismo. Como nuestro Señor resucitado, Cristo “puede también salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (He 7.25).

• Nosotros viviremos para siempre. Cristo dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn 11.25). Aunque los creyentes mueran físicamente como todos los demás, hablando espiritualmente nosotros tenemos la promesa de vida eterna (Jn 3.16). Por lo que en el momento de morir, nuestros espíritus salen de nuestro cuerpo e inmediatamente van a la presencia del Señor (2 Co 5.8). Para nosotros, la muerte física es el final de todo sufrimiento, dolor, tentación y desengaño, y es el comienzo de una vida totalmente nueva en la presencia de Dios.

La vida eterna, en sí, es interminable. Es decir, que no podemos perder lo que el Padre nos ha dado con la redención, pues hemos sido sellados como hijos de Dios por el Espíritu Santo (Ef 1.13, 14). ¿Quiere decir que eso nos da licencia para disfrutar de una vida de pecado? Por supuesto que no. Si lo hacemos, el Señor nos castigará porque nos ama tanto que no permitirá que volvamos a caer en las garras del pecado y el error pues nuestra salvación está asegurada por toda la eternidad.

• Tendremos un cuerpo resucitado. Cuando Cristo estuvo en este mundo, su cuerpo fue visible y tangible como el de cualquier otro ser humano. Después de la resurrección, su cuerpo siguió siendo humano y al mismo tiempo, glorificado, llevando solamente las huellas del sufrimiento en las manos y los pies. Pero ese cuerpo no fue un fantasma; sus discípulos pudieron tocarlo y Él mismo comió delante de ellos como cualquier ser humano (Jn 20.27; Lc 24.41-43). Sin embargo, era diferente al nuestro porque podía atravesar paredes y desaparecer en un abrir y cerrar de ojos (Jn 20.19; Lc 24.30, 31).

La Biblia nos enseña que un día nosotros también tendremos cuerpos nuevos (Ro 8.23), pues Cristo “transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Fil 3.21). Aunque por ahora nosotros no sabemos mucho al respecto, nuestros cuerpos glorificados serán perfectamente adecuados para vivir en nuestro hogar celestial.

• El cielo será nuestro hogar. Si la vida es difícil por ahora, recordemos que este mundo no es nuestro hogar sino que nuestra existencia será perfecta para siempre. La Biblia nos dice (Ap 22.3) que este planeta será transformado en un paraíso, semejante al Huerto del Edén en pureza y hermosura eternal. Allí reinaremos con Cristo para siempre y con nuestros cuerpos glorificados le serviremos, amaremos y alabaremos. Aunque en general desconocemos todos los detalles de lo que experimentaremos en la eternidad, podemos anticipar que estaremos activos y gozosos en la presencia del Señor.

• Reconoceremos a nuestros seres queridos. La Palabra de Dios nos dice que todo esposo debe amar a su mujer; que los hijos son bendición de Dios; que los creyentes deben amar y cuidar de los demás. Para Dios las relaciones humanas son muy importantes, por lo que es lógico que reconozcamos a quienes fueron a la presencia de Dios antes que nosotros. Así como los discípulos reconocieron al Señor resucitado, nosotros volveremos a disfrutar de nuestros familiares y nos regocijaremos con ellos, alabando y sirviendo al Señor por toda la eternidad.

REFLEXIÓN

  • ¿Qué piensa usted en relación con Jesucristo? ¿Lo ve como una mera figura histórica, un personaje bíblico, un buen hombre o un profeta? ¿O lo ha aceptado como Aquél que murió y resucitó para salvarnos?

  • ¿Vive agradecido por el sacrificio que Cristo hizo en la cruz del Calvario y por la esperanza que nos da el saber que ha resucitado, y que nos ha prometido levantarnos de los muertos y darnos cuerpos glorificados?

  • ¿De qué manera enfrenta las pruebas y las dificultades? ¿Se siente derrotado ante las tribulaciones y problemas del diario vivir, o por el contrario se aferra a las promesas de Dios, al recordar que Él nos ha dado la victoria por haber resucitado de los muertos?

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