¿Por qué nos resulta tan difícil creer que Dios nos ama y que se preocupa por nosotros? Aprenda a evitar esta peligrosa mentalidad que nos roba la seguridad y el gozo que encontramos en nuestra relación con Cristo.
Bosquejo del Sermón
EL BUEN PASTOR
PASAJE CLAVE: Salmo 23; Juan 10.11, 14, 27-30
LECTURAS DE APOYO: Salmo 34.9,10 | Salmo 37.4 | Lucas 15.3-7 | Juan 14.1-3 | 1 Corintios 6.20 | Efesios 1.4 | Filipenses 4.19 | Hebreos 13.5 | 1 Juan 1.9
INTRODUCCIÓN
Hay cristianos a quienes les cuesta creer que Dios les ama y se preocupa por ellos.
No pueden concebir cómo el Señor, con toda su gloria y majestad, podría estar interesado en pequeños detalles como sus inquietudes personales. A veces, la culpa por pecados del pasado les hace sentir indignos del amor de Dios. Puede que otros piensen que el Creador está demasiado ocupado para interesarse en sus insignificantes problemas y necesidades. Pero todas estas perspectivas están erradas, pues no toman en consideración que el Señor ha declarado ser nuestro buen Pastor, quien se preocupa con ternura por sus ovejas.
DESARROLLO DEL SERMÓN
Es muy probable que el Salmo 23 sea uno de los pasajes bíblicos más conocidos. Fue escrito por David hace 3000 años, pero continúa teniendo la misma relevancia en nuestros días. En él se describe al Señor como nuestro Pastor, y en cada versículo encontramos una promesa o una acción de Dios que demuestra lo mucho que se preocupa por nosotros. En todo momento provee a sus ovejas todo lo que necesitamos.
¿Qué clase de Pastor es el Señor?
Es un Pastor personal. “Jehová es mi Pastor” (Sal 23.1). David escribió este salmo sin saber que algún día el Mesías ocuparía ese lugar.
- Juan 10.11, 14. “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas… Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen”.
- Juan 10.27-30. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos”.
El Señor no es el Pastor de todos los seres humanos, sino solo de aquellos que son sus ovejas. Para llegar a ser una oveja de Cristo, primero tenemos que depositar nuestra confianza en Él como Salvador, por medio de la fe, y tener una relación personal. Le pertenecemos, pues nos ha escogido desde antes de la fundación del mundo (Ef 1.4); y nos ha comprado con su sangre preciosa que derramó en la cruz (1 Co 6.20). Como sus ovejas, no solo conocemos al Pastor, sino que también lo escuchamos y obedecemos.
El Salmo 23 con frecuencia es citado por personas no creyentes como fuente de protección en tiempos de dificultad y dolor. Pero la realidad es que no son ovejas de Cristo y este salmo no se aplica a sus vidas. Solo los cristianos tienen esta relación especial e íntima con Dios.
Dios es un Pastor que provee.
“Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará” (Sal 23.1, 2). La responsabilidad del pastor es proveer para las necesidades físicas de sus ovejas; y lo mismo ocurre con nuestro Pastor. Pero Él también satisface nuestras necesidades emocionales y espirituales.
- Salmo 34.9, 10. “Temed a Jehová, vosotros sus santos, pues nada falta a los que le temen. Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien”.
- Salmo 37.4. “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón”.
- Filipenses 4.19. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”.
Si en alguna ocasión pensamos que Dios no provee aquello que necesitamos, el problema no radica en su fidelidad, sino en nuestra percepción de nuestra propia realidad. A diferencia de nosotros, nuestro Pastor es sabio, omnisciente y conoce con exactitud lo que es mejor para nuestra vida. Podemos confiar que siempre sabe lo que necesitamos.
Dios es un Pastor que perdona.
“Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” (Sal 23.3). Restaura nuestra alma de dos maneras.
1. Nos restaura cuando nos desviamos. Nos alejamos cuando dejamos de mirar al Pastor, para poner nuestros ojos en otros pastos que creemos mejores que los que Él ha provisto. Pero como le pertenecemos, viene a buscarnos para llevarnos de regreso a la seguridad de su voluntad, una vez que hemos confesado nuestros pecados, y somos perdonados y limpiados (1 Jn 1.9).
2. Restaura nuestras almas cuando nos sentimos abrumados por el ajetreo y las cargas de la vida. Lo hace cada vez que nos acercamos a su presencia para tener una íntima comunión. Al orar y leer su Palabra, nuestro espíritu es elevado, nuestro corazón animado y somos exhortados a perseverar y confiar en el Señor, sin importar lo que esté ocurriendo en nuestra vida. La ansiedad y el temor son reemplazados por la paz y el gozo que solo Cristo puede darnos.
Una vez que ha restaurado nuestra alma, nos guía por caminos de justicia y obediencia. Y esto trae como resultado, el que lo glorifiquemos por medio de nuestra manera de vivir.
Dios es un Pastor protector.
“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Sal 23.4). Su vara y su cayado son símbolos de su protección y compañía reconfortantes, aun en los momentos más sombríos de nuestra existencia. La sombra de muerte quizás se refiere a la muerte física, pero también puede estar relacionada a cualquier tiempo oscuro de dificultad, pérdida y sufrimiento. De igual manera, no tenemos por qué temer, pues el Señor está siempre con nosotros. Ha prometido que nunca nos dejará, ni nos abandonará (He 13.5). Y podemos confiar en que nos guiará con seguridad en cada paso que demos en nuestra vida.
Dios es un Pastor que adereza.
“Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días” (Sal 23.5,6).
El Señor promete proveer en abundancia aun en esos momentos en los que enfrentamos a nuestros angustiadores. Nos invita a venir a su mesa, para ser purificados y renovados en su presencia. Su bondad, misericordia y fidelidad nos acompañarán cada día de nuestra vida terrenal, hasta que lleguemos a su presencia, en donde Jesucristo ha estado preparando lugar para nosotros en la casa de su Padre (Jn 14.1-3).
REFLEXIÓN
- ¿Es usted una oveja de Cristo? De ser así, puede reclamar para sí cada promesa del Salmo 23. Pero, si Jesucristo aún no es su Señor y Salvador, todavía puede depositar su confianza en Él, y venir a ser parte de su redil.
- ¿Está convencido de que el Señor está atento a sus necesidades? ¿De qué manera lo ha visto en su vida diaria? ¿De qué formas ha suplido para sus necesidades y le ha guiado por caminos de justicia?