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Sermón de TV

Cuando se agotan nuestros recursos

Aprenda de la vida del apóstol Pablo cómo triunfar sobre las circunstancias difíciles.

20 de enero de 2024

Basado en 2 Corintios 1.8-11, este mensaje se centra en la vida de Pablo y en cómo comprendió lo que significaba ser llevado al límite de sus fuerzas. El Dr. Stanley describe cómo el apóstol superó sus limitaciones para sobrevivir y triunfar sobre circunstancias difíciles.

Bosquejo del Sermón

CUANDO SE AGOTAN NUESTROS RECURSOS

PASAJE CLAVE: 2 Corintios 1.8-11

LECTURAS DE APOYO: Juan 14.16-20 | 1 Corintios 2.1-5 | 2 Corintios 4.8, 9; 11.23-28; 12.5-10 | Efesios 1.18, 19; 6.10 | Filipenses 4.13, 19 | 2 Timoteo 2.1

INTRODUCCIÓN

Existen dos respuestas opuestas ante la adversidad.

Algunos se llenan de amargura al estar ante las dificultades. Quizás se enojan contra Dios y se alejan de sus caminos o se apartan por completo de su fe. Otros creyentes, al enfrentar las pruebas, fortalecen su relación personal con Cristo. Llegan a comprender mejor cómo fortalecerse en el poder de Dios, quien nos sostiene de manera milagrosa en medio de los desafíos de la vida, mientras nos rodea con su amor y nos capacita con su fortaleza.

DESARROLLO DEL SERMÓN

El apóstol Pablo sabía lo que era enfrentar dificultades. En 2 Corintios 1.8 escribió: “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación… pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida”. En el versículo 9 explica que el propósito de esa prueba fue que aprendieran a confiar solo en Dios.

Para el apóstol, esta clase de situación no era única. Un poco más adelante nos dice esto: “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos” (4.8, 9). En el capítulo 11 leemos cómo fue encarcelado, azotado, apedreado, en diversos peligros, con carencia de agua, alimento y morada, y sin mencionar la preocupación que tenía por el bienestar de las iglesias (v. 23-28).

Mientras Pablo llevaba adelante la obra de Dios, tuvo que enfrentar en todo momento conflictos y adversidades. Podemos aprender mucho acerca de cómo lidiar con las dificultades por medio de la vida de ese fiel siervo.

¿A qué nos referimos al hablar de circunstancias que agotan nuestros recursos?

Todos hemos enfrentado situaciones difíciles en la vida. Como quizás relaciones personales desafiantes, un ambiente hostil en la escuela o centro laboral, o una sensación de rechazo y fracaso. Puede que seamos llamados a lidiar con una prueba difícil y perdurable. Quizás sea una prueba relacionada con un dolor físico o una enfermedad crónica. Sin importar la clase de prueba, Dios desea que dependamos de su poder y no que cedamos ante la tentación de hacer uso de nuestras propias fuerzas.

Poder por medio de Jesucristo.

En el Señor encontramos la capacidad para enfrentar los problemas sin perder nuestro gozo y paz.

  • Una fuerza que va más allá de la capacidad humana. Cuando recibimos a Jesucristo, por medio de la fe, como nuestro Salvador personal, vino a morar a nuestra vida por medio del Espíritu Santo. El Señor nos dijo: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Jn 14.16; lea también Juan, capítulo 14 y 16). Nuestro Padre celestial vive en nosotros por medio de Cristo. En otras palabras, todas las fuerzas que necesitamos para resistir, ya están en nosotros. Solo tenemos que aprender cómo hacer uso de ellas.

  • Pablo también afirma:

    • “Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Ef 6.10).

    • “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús” (2 Ti 2.1).

    • “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil 4.13).

  • Está disponible cuando lo necesitamos. No podemos aprender de este poder con tan solo leer libros sobre el tema. Tenemos que experimentarlo al ser lanzados ante una situación imposible. Solo al reconocer que no tenemos fuerzas para continuar, llegamos a conocer el poder de Cristo en nuestra vida.

  • Por ejemplo, nuestro Padre celestial le capacitará para que ejerza la profesión a la que lo ha llamado, pues esa es su voluntad para su vida. Aunque lo traten injustamente, Dios puede fortalecerle para que en todo momento haga lo correcto y no ceda ante el resentimiento.

  • Aumenta en nuestra debilidad. El mundo enfatiza el orgullo y la autosuficiencia, pero Dios honra la humildad. Pablo reconoce su completa dependencia a Dios ante los corintios, al decir: “Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder” (1 Co 2.3, 4).

  • Cuando carecemos de fuerzas, podemos experimentar el poder Dios. El apóstol también escribió: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Co 12.9, 10). En los momentos de más debilidad Pablo pudo experimentar el poder sobrenatural del Señor, el cual lo capacitó para vivir en victoria.

    Cuando Dios permite una gran prueba en nuestra vida, lo hace para darnos una oportunidad de aprender de su gran poder y fortaleza en nuestra vida. No debemos entonces tratar de evadir las dificultades, pues nos perderemos de esas oportunidades.

  • Disponible para todo creyente en Cristo. En ocasiones nos cuesta trabajo creer que Dios se preocupa por lo que enfrentamos. Pero Dios no desea que fracasemos en la fe. En Efesios nos dice: “la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos” (1.19). El poder es un regalo de Dios, no es algo que nos merecemos. Su presencia no significa que estamos exentos de dificultades, sino que Él está con nosotros en todo momento, para sostenernos.

¿Cómo podemos recibir ese poder?

  • Reconociendo nuestra incapacidad. Un hijo de Dios que crece valora la humildad.

  • Dependiendo por completo de la misericordia de Dios. Confíe en que el Señor obrará por medio de su vida y le dará las fuerzas para hacer lo correcto ante las situaciones que parecen imposibles.

  • Creyendo que Dios hará aquello que ha prometido. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil 4.19).

Dios desea llevarnos al punto en el que dependamos por completo de Él. Como Pablo dijo: “para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios” (2 Co 1.9). Eso no significa que no lloraremos, que no nos desanimaremos o que no sufriremos, sino que en medio de todo eso, seremos sostenidos por el amor de Dios.

REFLEXIÓN

  • Recuerde alguna situación en la que le fue difícil depender del poder de Dios y dejó que la amargura le dominara. Pídale al Señor que le ayude a buscarlo para ser sanado de esos recuerdos dolorosos.

  • ¿En qué momento ha podido ver el poder de Dios obrando en medio de sus debilidades? ¿Cómo puede aplicar las lecciones de depender de Él ante el adversario que hoy enfrenta?

  • ¿De qué manera debe cambiar su forma de pensar para depender más del poder del Señor?

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