Incluso cuando los temores y las tentaciones nos desvían, Dios sabe cómo volver a encarrilarnos. En este mensaje, el Dr. Stanley examina una ocasión en que Abraham perdió de vista la promesa de Dios y tomó las cosas en sus propias manos. De esta historia podemos aprender por qué confiar en Dios es siempre la mejor opción.
Bosquejo del Sermón
CUANDO LA FE DA LUGAR AL TEMOR
PASAJE CLAVE: Génesis 12.10-20
INTRODUCCIÓN
En ocasiones creemos que Dios nos guía hacia una dirección determinada, pero mientras avanzamos por ese camino, sentimos desánimo e inseguridad, pues no ha ocurrido lo que esperábamos.
Puede que no sea tan fácil como pensábamos que sería, que no nos ha llevado hacia donde deseamos ir. Por eso, decidimos corregir nuestro curso, pues creemos que hemos tomado el camino equivocado. Pero, al comenzar esa nueva ruta, casi inmediatamente descubrimos que hemos cometido un terrible error. Una de las razones por las que cambiamos de trayectoria y desobedecemos a Dios es porque nuestra fe ha dado lugar al temor.
DESARROLLO DEL SERMÓN
Abraham, quien originalmente fue conocido como Abram, es un ejemplo de alguien cuya fe dio lugar al temor. Cuando Dios habló con Él la primera vez, le dio instrucciones claras y promesas incondicionales al decirle: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gn 12.1-3).
Por fe y obediencia, Abraham dejó a su parentela y viajó a Canaán. Al llegar a su destino construyó altares para adorar al Señor y plantó su tienda en ese lugar (vv. 7, 8). Pero al poco tiempo surgió una situación que le hizo dudar de Dios. “Hubo entonces hambre en la tierra”, y Abraham sintió temor (v. 10).
Cuando la fe da lugar al temor nuestra atención se ha desviado de Dios a nuestras circunstancias.
Abraham había mantenido su mirada en Dios durante todo su viaje y obedientemente plantó su tienda en ese lugar después de haberlo adorado y agradecido por su provisión y protección. Pero ahora su supervivencia parecía estar en riesgo. Lo que para él lucía inesperado y peligroso, ante los ojos de Dios, era una oportunidad para que Abraham tuviera fe. En vez de mirar a su alrededor, debió haber recordado las promesas que el Señor le había hecho y confiado en que las cumpliría. El cambio de circunstancias no es una razón válida para dejar de confiar en el Señor.
Cuando la fe da lugar al temor comenzamos a tomar decisiones basadas en nuestro razonamiento humano y no en nuestra fe en Dios.
Abraham pensó que la única manera de sobrevivir era ir a Egipto, pues ahí había alimento. Posiblemente consideró ese viaje a Egipto como algo temporal, pues esperaba poder regresar a Canaán cuando las condiciones mejoraran. Sin embargo, por muy lógico que pueda parecer un plan, el desviarse, incluso, de manera temporal de la voluntad de Dios puede acarrear consecuencias desastrosas.
Cuando la fe da lugar al temor olvidamos que Dios es tanto nuestro proveedor como nuestro protector.
Abraham debió lidiar con sus temores al quedarse en Canaán y buscar la protección y la provisión del Señor. Dios hubiera sido fiel para cumplir sus promesas y cuidarlo.
En ocasiones cometemos el mismo error de Abraham. Ponemos nuestra mirada en la situación que nos rodea, olvidamos que Dios es nuestro proveedor y protector, y sustituimos lo que dice en su Palabra con nuestro propio plan, pues creemos que el suyo no funcionará. Además, llegamos a creer que Dios comprenderá el porqué cambiamos de dirección. Pero es nuestro plan el único que fallará, pues el Señor nunca aprueba la desobediencia y solo actúa para que su voluntad se cumpla en nuestra vida.
La obediencia verdadera consiste en hacer lo que Dios nos dice, de acuerdo a su tiempo e indicaciones. Cualquier cambio que hagamos es desobediencia. Cada vez que nos sintamos tentados a tomar nuestras propias decisiones, debemos recordar que es Dios quien nos ha puesto en esa situación, para que podamos aprender a depender por completo de Él y a confiar en sus promesas. Si ignoramos sus mandamientos, cada paso que demos nos alejará de su voluntad, hasta que nos arrepintamos y regresemos a sus caminos.
Cuando la fe da lugar al temor estamos dispuestos a sacrificar nuestras posesiones más preciadas para ganar el favor de otros.
El primer error que cometió Abraham lo condujo al siguiente. “Y aconteció que cuando estaba para entrar en Egipto, dijo a Sarai su mujer: ‘He aquí, ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto; y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida. Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti’” (vv. 11-13). Por temor a lo que podría suceder en Egipto, Abraham estuvo dispuesto a entregar a su esposa con tal de preservar su vida, a pesar de que Dios había prometido protegerlos.
Cuando la fe da lugar al temor olvidamos las promesas incondicionales de Dios y comenzamos a temer al hombre.
El Señor le había hecho promesas maravillosas e inigualables. Pero en medio de sus circunstancias, Abraham sintió temor y en vez de seguir la voluntad de Dios, viajó a Egipto. Al llegar ahí tuvo otra razón para sentir miedo. Sabía que Faraón podía matarlo para quedarse con Sara, pues su belleza la hacía deseable y vulnerable.
De la misma manera, si olvidamos las promesas incondicionales que están en la Palabra de Dios, comenzaremos a dejarnos guiar por el temor en vez de la fe. Entonces terminaremos en el lugar donde no debemos estar, haremos lo que no debemos hacer, sentiremos lo que no debemos sentir y pagaremos el precio que no deseamos pagar.
Cuando la fe da lugar al temor estamos dispuestos a causarles dolor y gran daño a otros para protegernos.
Abraham logró que los egipcios no lo mataran, pero perdió a su esposa. Sara fue llevada a la casa de Faraón y a cambio Abraham fue bien recibido y se le dio ovejas, vacas, asnos, criadas, asnas, camellos y siervos (v. 16). Aunque nada de eso era parte del plan de Dios, el Señor fue fiel a su siervo Abraham, a pesar de su desobediencia, e “hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas, por causa de Sarai mujer de Abram” (v. 17). No solo su desobediencia le causó dolor a Sara, sino que también Faraón y su casa fueron perjudicados. Luego la devolvieron y Faraón hizo que Abraham y todo lo que le pertenecía fuera escoltado fuera de Egipto (vv. 19, 20). El Señor intervino para cuidar a Sara y eventualmente ella tuvo un hijo de donde desciende Jesucristo. Es en Él que todas las familias de la tierra fueron benditas, tal como el Señor le había prometido a Abraham (v. 3).
REFLEXIÓN
¿Ha habido alguna ocasión en la que usted ha dejado de obedecer a Dios por causa del temor? ¿Qué situación enfrentaba? ¿Qué sucedió como resultado?
Piense ahora en una ocasión en la que obedeció al Señor a pesar de la dificultad que enfrentaba. ¿De qué manera le demostró Dios fidelidad?