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Sermón de TV

Cómo andar en el favor de Dios, Pt. 1

El mundo era un lugar pecaminoso y malvado, y esto apenó tanto a Dios que se arrepintió de haber creado a la humanidad. Sin embargo, Noé halló el favor a los ojos de Dios (Génesis 6.5-7). En esta serie de tres partes, el Dr. Stanley utiliza tanto la historia de la obediencia de Noé a Dios, como ejemplos de su propia vida para ayudarnos a descubrir cómo podemos escuchar, confiar y obedecer al Señor. Puede que Dios no le llame a construir un arca, pero sí le llama a cumplir su voluntad. Cuando tomemos decisiones sabias que honren y den gloria a Dios, encontraremos su favor en nuestra vida.

Charles F. Stanley 29 de agosto de 2020

El mundo era un lugar pecaminoso y malvado, y esto apenó tanto a Dios que se arrepintió de haber creado a la humanidad. Sin embargo, Noé halló el favor a los ojos de Dios (Génesis 6.5-7). En esta serie de tres partes, el Dr. Stanley utiliza tanto la historia de la obediencia de Noé a Dios, como ejemplos de su propia vida para ayudarnos a descubrir cómo podemos escuchar, confiar y obedecer al Señor. Puede que Dios no le llame a construir un arca, pero sí le llama a cumplir su voluntad. Cuando tomemos decisiones sabias que honren y den gloria a Dios, encontraremos su favor en nuestra vida.


Este mensaje fue grabado antes de la crisis de COVID-19. Para proteger a nuestro personal y a la comunidad, estamos siguiendo las pautas de seguridad y practicando el distanciamiento social. Apreciamos su comprensión.


Bosquejo del Sermón

Cómo andar en el favor de Dios – Parte 1

PASAJE CLAVE: Génesis 6.5-8

LECTURAS DE APOYO: Salmo 32.8, 9 | Isaías 30.21 | Lucas 1.28 | Gálatas 5.17

INTRODUCCIÓN

Según Génesis 6.5-8, el mundo antiguo estaba tan lleno de maldad y crueldad que Dios se lamentó y se arrepintió de haber creado a la humanidad.

Por tanto, decidió destruir a toda criatura viviente en la Tierra. Pero en medio de toda la corrupción “Noé halló gracia ante los ojos de Jehová” y fue librado de la destrucción del diluvio (v. 8). El mundo de nuestros días también está lleno de pecado y corrupción y, como cristianos, somos llamados a imitar el ejemplo de Noé, para que podamos andar en el favor de Dios.

DESARROLLO DEL SERMÓN

El favor del Señor se expresa por su aprobación, aceptación, apoyo, provisión, poder y gozo. Y así se los demostró tanto a Noé como a María, la madre de Cristo (Lc 1.28), lo cual también nos manisfiesta a todos los que hemos sido salvos por medio de Jesucristo.

El favor de Dios fue derramado sobre nosotros al salvarnos y perdonar nuestros pecados, y se manifiesta por medio de la presencia del Espíritu Santo en nosotros al sellarnos como hijos de Dios. Su favor lo podemos sentir cada día al caminar en él.

Después de ser salvos, debemos ver la evidencia del favor del Señor en nuestra conversación, carácter y conducta, al vivir en la plenitud de su Espíritu. Nuestra manera de vivir y habitos deben indicarles a quienes nos rodean que tenemos el favor de Dios. En vez de inquietarnos por las dificultades, podemos confiar en la presencia y fidelidad del Señor que responde nuestras oraciones.

Una de las evidencias del favor de Dios es el deseo que el Señor tiene de comunicarse con nosotros.

Tener el deseo de aprender a escucharle es esencial para que obedezcamos su voluntad. Una de las primeras lecciones que aprendimos cuando éramos niños fue escuchar a nuestros padres, y eso es justo lo que debemos hacer a la hora de relacionarnos con nuestro Padre celestial. Si solo le hablamos mientras oramos y no lo escuchamos, no conoceremos su voluntad para nuestra vida.

En el Salmo 32.8 Dios hace las siguientes promesas:

  • “Te haré entender”. El Señor nos da conocimiento y entendimiento de su Palabra para que sepamos cómo vivir cada día.
  • “Te enseñaré el camino en que debes andar”. No sabemos lo que cada día nos depara; pero Dios sí lo sabe y desea guiarnos en todo momento.
  • “Te aconsejaré con mis ojos puesto sobre ti”. A diario tomamos decisiones y enfrentamos situaciones que nos retan, debido a que no siempre sabemos lo que debemos hacer. Lo que necesitamos es la dirección de Dios, quien será fiel para guiarnos si lo escuchamos. Ya que nos ama y desea que obedezcamos su voluntad, nos aconseja por medio de su Espíritu Santo, quien nos guía y dirige.

Debemos aprender a escuchar a Dios.

Esta es una lección fundamental para todos los que desean vivir en santidad. El Señor no nos abandona después de salvarnos para que hagamos nuestro mejor esfuerzo, por el contrario, desea comunicarse con nosotros si lo escuchamos.

• Escucharle demanda nuestro tiempo y atención. El Espíritu Santo que dirigió a los apóstoles es el mismo que mora en nosotros y nos dirige. A pesar de ser muy bendecidos, a menudo creemos estar demasiados ocupados para escucharlo. Nuestra mente está tan llena con otras preocupaciones, que no podemos escucharlo; pero no hay nada más importante que escuchar al Señor y vivir bajo su control.

• Para poder escuchar a Dios debemos aprender a identificar su voz.

  • La voz de Dios es congruente con la Biblia. El Espíritu Santo nunca expresará algo que va en contra de la Palabra de Dios. La Biblia siempre será nuestro módelo a seguir.
  • La voz de Dios discrepa con el razonamiento humano. Debido a que el Señor es infinitamente sabio y omnisciente, sus caminos son más altos que los nuestros y pueden parecernos ilógicos.
  • La voz de Dios choca con los deseos carnales. Los deseos del Espíritu se oponen a los de la carne (Ga 5.17). Así que, el conflicto interno que sentimos ocurre porque el Espíritu Santo nos guía en dirección opuesta a la carne.
  • La voz de Dios desafía nuestra fe. En ocasiones su Espíritu nos guía para que hagamos aquello que nos sentimos incapaces de hacer.
  • La voz de Dios requiere valentía. No siempre es fácil ser obediente, pero los mandamientos del Señor van acompañados en todo momento de su fuerza y poder.
  • La voz de Dios nos habla con voz apacible. No nos grita, sino que nos habla con ternura, por medio de nuestra conciencia, mientras nos susurra “Este es el camino, andad por él” (Is 30.21).
  • La voz de Dios nos habla muy claro. Desea que comprendamos lo que nos ha hablado desde el día en que fuimos salvos. Primero, su voz nos hizo reconocer nuestro pecado y nos condujo al arrepentimiento para salvación. Y ahora nos sigue hablando para que podamos vivir cada día en sumisión y obediencia a Él.
  • La voz de Dios nos habla de manera personal. Nos ama y cuida a cada uno en particular y nos guía en cada situación.

• El Señor nos habla en todo momento, pero debemos escucharle. No escucharemos su voz si llenamos nuestra vida de otros asuntos. Aunque no deseemos escucharle, nunca podremos silenciar la voz del Señor. Pero puede que, de cierta manera, su Espíritu se apague y, como hijos de Dios, seamos disciplinados por Él.

¿Cómo Dios capta nuestra atención?

  • Nos inquieta. Usa una sensación de incomodidad para la cual no podemos identificar la causa, con el propósito de guiarnos hacia el Señor, y así poder escucharlo.
  • Nos da un mensaje mediante alguien más. Puede que Dios use a otra persona para hablarnos. Sin embargo, debemos ser cuidadosos al considerar el estilo de vida de esa persona para que no nos desviemos.
  • Nos bendice. En ocasiones, Dios nos bendice en abundancia para que recordemos cuán bueno es.
  • Por medio de oraciones no contestadas. Si no responde a nuestras oraciones, puede que esté tratando de hacernos más humildes para que aprendamos a esperar su dirección.
  • Por medio de decepciones. El Señor usa las decepciones para captar nuestra atención y así volvamos a Él.
  • Por medio de fracasos. Todo fracaso que nos lleve a orar de rodillas es bueno.
  • Por medio de problemas económicos. Nuestro Padre celestial desea que pongamos en sus manos nuestras necesidades.
  • Por medio de enfermedades y lesiones. Puede que Dios use las enfermedades para evitar que vayamos por el camino equivocado y para enseñarnos a seguirle.

REFLEXIÓN

  • Al examinar su vida, ¿puede afirmar que anda en el favor de Dios? De ser así, ¿cuál es la evidencia de dicho favor en su vida?
  • ¿Qué hábitos y prácticas le ayudan a escuchar al Señor? ¿Qué le impide escuchar la voz de Dios?

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