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Sermón de TV

Cómo acogerse a una promesa

El Dr. Stanley habla de la “estática” que sentimos en nuestro espíritu cuando no estamos dentro de la voluntad de Dios.

4 de junio de 2022

El Dr. Stanley habla de la “estática” que sentimos en nuestro espíritu cuando no estamos dentro de la voluntad de Dios. Todo nuestro sistema de creencias se basa en las promesas de Dios, y podemos confiar en que Dios será fiel para cumplirlas. Sin embargo, muchas personas se pierden de ellas porque descuidan a Dios y no se aferran a las promesas que Él ha hecho a sus hijos.
Cuando tenemos necesidades personales que Dios ha prometido cumplir, debemos recordar que Él solo actuará cuando:

  • El contexto de la Biblia lo permita.
  • El cumplimiento de su promesa lo honre.
  • El cumplimiento de su promesa sea consistente con su voluntad inmediata para nuestras vidas.
  • El cumplimiento de su promesa sea un estímulo para otros.
  • Caminemos en obediencia a su voluntad.

También, podemos saber que Él cumplirá una promesa cuando:

  • El Espíritu de Dios la confirme.
  • La paz de Dios prevalezca en nuestras mentes y espíritus.

Debemos responder al Señor con obediencia, fe y paciencia. Muchas personas oran lo incorrecto, aunque piden cosas buenas, porque no están dispuestas a esperar. Dios creó el tiempo y Él es quien lo controla. Todo lo que debemos hacer es confiar en que Él llevará a cabo su plan para nuestras vidas en su tiempo.

Bosquejo del Sermón

CÓMO ACOGERSE A UNA PROMESA
PASAJE CLAVE:
Hebreos 10.34-36
LECTURA DE APOYO: Salmo 32.8 | Mateo 7.7 | Marcos 9.23, 24 | Lucas 17.5, 6 | 1 Juan 5.14, 15
INTRODUCCIÓN

Las promesas del Señor son expresiones de su amor y cuidado de nosotros.

Por medio de ellas, Él lleva a cabo su voluntad y propósitos para nuestras vidas, así como sus objetivos para el reino de Dios. Sus promesas incondicionales son inalterables y nosotros nada podemos hacer para obstaculizarlas. Sin embargo, el cumplimiento de las condicionales depende de nuestras reacciones y comportamiento.
Todas sus promesas deben ser parte integral de nuestra vida diaria porque lo que afirmamos creer depende de ellas, pues son la base de nuestra conducta día tras día. Aunque como creyentes tenemos acceso a este recurso admirable, algunos jamás se dan cuenta que la respuesta a nuestras necesidades ya están a nuestra disposición en la Palabra de Dios, inmediatamente. Por eso es que todas las promesas bíblicas son simplemente palabras escritas en papel, a menos de que nos acojamos a ellas y las cumplamos.
DESARROLLO DEL SERMÓN

¿Cuándo podemos acogernos a una promesa?
Aunque las promesas de Dios nos pertenecen, para nosotros es vital entender cuándo podemos acogernos a una promesa y saber que se cumplirá. Podremos hacerlo cuando:

  • Coincide con una necesidad personal que Dios promete satisfacer. Por ejemplo, si pedimos instrucciones y direcciones en cuanto a una decisión, podemos confiar en que Él nos indicará el camino que debemos seguir, porque esa promesa se aplica a nuestra situación específica (Sal 32.8)
  • El contexto bíblico lo permita. Nadie debe arrancar una promesa de la Biblia y demandar que se cumpla, sin tomar en cuenta su contexto. Por ejemplo, en 1 Juan 5.14, 15, el Señor promete contestar nuestras oraciones, pero el contexto revela que hay una condición: nuestra petición debe hacerse de acuerdo con su voluntad.
  • El cumplimiento de la promesa honre a Dios. No debemos esperar que el Señor conteste peticiones egoístas. Pero si tenemos necesidades legítimas y nos acogemos a su promesa, Dios las suplirá porque su contestación traerá honra y gloria a su nombre.
  • La promesa coincida con la voluntad inmediata de Dios para nuestras vidas. Cualquiera que sea nuestra necesidad, podemos pedir a Dios que nos la conceda, aunque a veces ni cuándo ni cómo lo haga se ajusten a nuestras expectativas. Si es así, debemos recordar que Él tiene reservado algo mejor para nosotros. Si en ese momento no estamos seguros de su voluntad, simplemente podemos pedirle que nos muestre lo que desea (Mt 7.7). Esa petición Dios siempre la contesta.
  • El cumplimiento de la promesa de Dios aliente a otras personas. Si pedimos que Dios reanime a quienes nos rodean, acojámonos a su promesa y Él se encargará de llevarla a cabo. De esa manera ellos descubrirán que Él es fiel y poderoso para infundirles ánimo y aliento conforme a nuestras necesidades.
  • Estemos dentro de la voluntad de Dios confiando en que tenemos derecho a acogernos a sus promesas. Vivir en obediencia nos da tanto el derecho como el privilegio de echar mano de sus promesas; pero si somos rebeldes viviendo de acuerdo a nuestros deseos, nos habremos desviado de sus caminos sin hacer caso a su voluntad expresa.
  • El Espíritu Santo, que mora en nosotros, lo confirma. Una de las responsabilidades del Espíritu Santo es revelarnos la verdad en todos sentidos. Parte de eso es llevarnos a descubrir, en cualquier momento, la realidad del verdadero estado de nuestra relación con Dios. Si estamos buscando instrucciones de parte de Dios y creemos que Él está guiándonos en cierta dirección, su Espíritu nos da confianza y tranquilidad al respecto o, en cambio, inquietud e incertidumbre. En todo caso, siempre nos da indicaciones oportunas que nos permiten tomar decisiones acertadas.
  • El mismo Espíritu nos dé la paz de Dios. Para finalizar, todos sabremos con toda confianza que tenemos derecho a ser firmes en nuestras peticiones, si nuestro corazón tiene la paz que proviene de estar convencidos de que nuestras súplicas están basadas en nuestra condición como hijos de Dios y formuladas conforme a las normas establecidas en su Palabra escrita.

Al acogernos a una promesa, ¿qué se espera de nosotros?

No basta con que digamos que esperamos que Dios lo haga todo. Debemos reconocer que Él demanda que nosotros estemos conscientes de que esa espera nos impone tres responsabilidades específicas que son de vital importancia para apreciar debidamente lo que Él haga a favor de nosotros.

  • Obediencia. Sabiendo de antemano que nuestras peticiones no lo toman por sorpresa y que su plan perfecto incluye también nuestro sometimiento incondicional a su voluntad específica que contribuya a nuestro crecimiento en nuestra dependencia de Él en todos sentidos, debemos sujetarnos gozosos a su voluntad.
  • Fe. En una ocasión, cuando un padre se acercó al Señor Jesús para pedirle que sanara a su hijo endemoniado, Él respondió: “al que cree todo es posible”. Entonces, el padre angustiado declaró con toda honestidad: “Creo; ayuda mi incredulidad” (Mr 9.23, 24). Por otra parte, sus mismos discípulos reconocieron que les era difícil perdonar una ofensa, pese a que la misma persona pecare contra ellos siete veces al día y se arrepintiera, por lo que le suplicaron que les aumentara la fe (Lc 17.5, 6).
  • Paciencia. Quizá esta sea la más difícil, pues casi siempre pedimos algo que consideramos urgente. Pero el Señor sabe exactamente cuándo y cómo debe suceder algo en nuestra vida, así como a qué se deba que Él tarde su contestación a nuestra petición, por apremiante que parezca.

REFLEXIÓN

  • ¿Por qué son tan importantes las promesas de Dios en la vida del creyente?
  • ¿Qué debemos tener en cuenta antes de apropiarnos de las promesas que hallamos en la Biblia?
  • ¿Cuáles son las responsabilidades específicas que el Señor demanda de cada uno de sus hijos en relación a las promesas que nos ha dado?
  • ¿Está usted dispuesto a ser obediente a los mandamientos de Dios, a confiar plenamente en su Palabra y a esperar con paciencia el cumplimiento de sus promesas?
  • ¿De qué manera podemos hacer uso de esas maravillosas promesas que nos ha dado, no solo para confortarnos a nosotros mismos, sino también para alentar a otros?

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