El cuerpo humano es una creación maravillosa diseñada para albergar el Espíritu de Dios. Pero ¿cómo debemos reaccionar los creyentes cuando nuestros cuerpos no funcionan bien? Con mucha frecuencia, los cristianos acudimos a la medicina moderna en busca de respuestas. Aunque no hay nada malo en utilizar los recursos disponibles, nuestra confianza y esperanza debe estar puesta en el Señor, no en los doctores o en el tratamiento médico.
El Dr. Stanley enseña sobre el tema de sanidad desde una perspectiva bíblica. Responde a preguntas comunes como:
- ¿Es la enfermedad consecuencia del pecado?
- ¿Es la voluntad de Dios sanar a todos?
- ¿Dónde encajan los médicos en el plan del Señor para nuestra sanidad?
- ¿Puede una persona que esté apartada de Dios esperar que Él escuche sus oraciones por sanidad?
- ¿Puede la enfermedad ser provechosa en la vida de un creyente?
El Dr. Stanley revela la enseñanza de la Biblia en cuanto a cómo manejar la enfermedad. Por medio de Santiago 5.14, exhorta a los cristianos con problemas de salud a pedir a los ancianos de la iglesia que los unjan con aceite y oren por ellos en el nombre del Señor. El Dr. Stanley desafía a todos los creyentes a considerarse agentes sanadores del Dios vivo, listos y dispuestos a ser usados por Él para interceder por otros.
Bosquejo del Sermón
AYUDA PARA NUESTRA SANIDAD
PASAJE CLAVE: Santiago 5:13-20
LECTURA DE APOYO: Salmo 119:71 | Hechos 20:28 | Romanos 8:28-29 | 1 Corintios 6:19-20 | Santiago 1:5-7
INTRODUCCIÓN
La perspectiva bíblica sobre nuestra salud.
En lugar de consultar libros o revistas, debemos estudiar lo que nos dice la Biblia acerca de la salud y el bienestar humano. Dios dice que el cuerpo del creyente es templo del Espíritu Santo (1 Co 6.19, 20) afirmando así que nuestro cuerpo no nos pertenece, pues hemos sido comprados por la sangre de Cristo para los usos que Él nos indique.
Ahora somos sus representantes en la Tierra y nuestra conducta, carácter y conversación deben reflejar a Cristo en el mundo. Eso debe motivarnos a tener buena salud para que Él nos utilice como instrumentos de su poder sanador en medio de su pueblo. Sin embargo, como no siempre podemos evitar la enfermedad, debemos entender exactamente lo que la Biblia nos dice que hagamos cuando necesitemos estar sanos o asistir a otros en sus momentos de adversidad y dolor físico.
DESARROLLO DEL SERMÓN
Debemos entender la enseñanza bíblica básica sobre la sanidad.
En Santiago 5.13-20 el Señor nos da la norma que debemos seguir. En el primer siglo no había ni farmacias ni hospitales ni médicos profesionales. Aunque ahora Dios nos ha bendecido con estos y muchos otros recursos de los que podemos echar mano, para recobrar la salud sabemos que debemos depender de Él sujetándonos a la misma norma de los creyentes de tiempos bíblicos. Así que, si estamos enfermos, preguntémonos:
- ¿Esta enfermedad es resultado del pecado? A veces se debe a un pecado personal, pero no siempre.
- ¿La voluntad de Dios es sanar siempre a todos? No en todos los casos, pero a veces sí.
- ¿Qué lugar tienen los médicos? Dios llama a muchos de ellos a ayudar. Por ejemplo, Pablo dependía mucho de la ayuda de Lucas, “el médico amado”.
- ¿Cómo debemos reaccionar si el Señor no nos sana? Confiando en que sus promesas siempre obran para el bien de los que le aman (Ro 8.28), aun en la enfermedad.
- ¿Pueden los no creyentes esperar que Dios conteste sus oraciones para sanarlos? Como no tienen la debida relación con Dios, Él no está obligado a contestarles; pero a veces Él manifiesta su misericordia y les sana a fin de atraerlos al Salvador.
- ¿La enfermedad en un creyente puede ser de provecho? Aunque nadie disfrute de tales aflicciones, el salmista dice que el Señor las utiliza para que aprendamos sus estatutos (Sal 119.71) a fin de hacernos a la imagen de su Hijo (Ro 8.29).
La sanidad debe atraer la participación de otros creyentes.
En estos casos, el cuerpo de Cristo debe demostrar su interdependencia y disposición para que todos sus miembros reciban la ayuda necesaria.
- Quienquiera que desee que oren a su favor, debe estar dispuesto a pedirlo (Stg 5.14). Es deber y privilegio de los ancianos de la iglesia brindar este servicio a los creyentes (Hch 20.28).
- Los ancianos deben orar, ungiendo al enfermo con aceite. La oración es el factor más importante para la sanidad. En aquellos tiempos el aceite era utilizado como medicina, pero no tiene poder en sí mismo, aunque simboliza la presencia del Espíritu Santo.
- Debe hacerse en el nombre del Señor. Todo eso se lleva a cabo en obediencia a la voluntad de Dios e indica que los ancianos confían en que el Espíritu Santo intervendrá en el cuerpo de la persona que lo solicite.
La persona que ore debe llenar ciertos requisitos.
Puesto que la intervención divina es esencial para la sanidad, los intercesores deben ser personas de reconocida piedad; intachables. Deben, por tanto, reflejar:
- Corazones de fe. Esto quiere decir que sus oraciones se basen en la Palabra de Dios y en la confianza en que el Señor hará lo que ha prometido.
- Corazones puros. Puesto que el pecado es una barrera ante las bendiciones del Señor y puede entorpecer su labor en la vida del creyente, antes de intervenir y llevar a cabo la intercesión, el corazón de los ancianos debe ser puro y el enfermo debe estar dispuesto a confesar sus pecados, ya que casi siempre uno y otro están entrelazados.
- Vidas de rectitud. Todo verdadero creyente que esté firme en el Señor y que obedezca su voluntad, puede ser un agente a quien Dios utilice eficazmente para interceder por quienes necesitan sanidad.
¿Por qué no todos los creyentes se sujetan a estas normas?
Aunque están consignadas en el libro de Santiago, muchos de ellos no las aplican debido a conceptos equivocados o excusas. Por ejemplo:
- Creen que solo se emplearon en tiempos del Nuevo Testamento.
- No creen que funcionan en la actualidad.
- Se avergüenzan de admitir que necesiten ayuda.
- Algunos son demasiado orgullosos para pedir ayuda.
- Tienen miedo de que sus oraciones no sean contestadas.
- Les da vergüenza confesar sus pecados a los demás.
- Otros, están absortos en sus propias necesidades y creen no tener tiempo para simpatizar ni orar por los demás.
- Hay pecado en sus vidas y no creen que pueda sanar a otros.
- Se sienten indignos de ser usados por el Señor.
- Prefieren enviar flores o tarjetas que expresen deseos que se mejore la persona enferma.
REFLEXIÓN
- ¿Está usted dispuesto a ser usado por Dios como agente de sanidad en la familia de Dios? Muchas personas atraviesan por dificultades y necesitan que alguien les preste atención y desee orar por ellas. No se necesita que sean pastores ni oficiales de una iglesia para que Dios les utilice. Si permitimos que el Espíritu Santo nos dé sensibilidad y buena disposición para asistir a quienes estén en esas circunstancias adversas, Él nos capacitará para llenar los requisitos necesarios y ministrar con corazones de fe, pureza en nuestra vida y mediante oraciones eficaces fin de ser utilizados con poder y para su gloria.