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Sermón de TV

Ausente de la fiesta

El Dr. Stanley examina la actitud farisaica del hermano mayor en la parábola del hijo pródigo.

10 de junio de 2023

En este mensaje, el Dr. Stanley destaca la segunda mitad de la parábola del hijo pródigo. Aunque el hermano mayor de la historia aparenta ser un hijo devoto, su corazón está lleno de amargura y celos. No permita que el orgullo envenene su relación con Dios ni con sus hermanos en la fe.

Bosquejo del Sermón

AUSENTE DE LA FIESTA

PASAJE CLAVE: Lucas 15.25-32

LECTURAS DE APOYO: Mateo 11.28 | Lucas 15.1-24 | Juan 3.16 | 1 Juan 1.9

INTRODUCCIÓN

Cristo era un experto cuentacuentos que conocía a su audiencia, así como la condición de sus corazones.

Cuando narró la parábola del hijo pródigo, los recaudadores de impuestos y pecadores en la multitud se acercaron para escuchar lo que quería decir. Pero también había escribas y fariseos en la audiencia, que vinieron a quejarse y criticar. El Señor creó magistralmente una historia acerca de lo que los pecadores y líderes religiosos necesitaban escuchar.

DESARROLLO DEL SERMÓN

El capítulo 15 de Lucas contiene tres historias diferentes: la de un hombre que perdió una de sus cien ovejas; la de una mujer que perdió una moneda; y la de un padre que perdió a su hijo menor. En cada caso, cuando la oveja, la moneda y el hijo son encontrados, hubo un gran regocijo.

Lo más probable es que todos conozcamos la parábola del hijo pródigo, y casi siempre nos enfocamos solo en él. Sin embargo, hay otros dos personajes en esta historia y aprendemos lecciones valiosas por medio de ellos. De hecho, casi todos podemos identificarnos con alguno de los personajes; como el hijo perdido, el padre amoroso y el hermano resentido.

Los recaudadores de impuestos y los pecadores de la multitud podían ver la similitud que existía entre ellos y el hijo pródigo, ya que este había desperdiciado su vida en el pecado y había caído en el estado más bajo que podía imaginar: en una pocilga para alimentar cerdos. La única salida a esa situación fue regresar arrepentido a su padre para servirle, pues se sentía indigno de ser llamado su hijo. Pero en vez de reprocharlo y abochornarlo, su padre le dio la bienvenida, lo perdonó y organizó una fiesta en su honor.

Sin embargo, había una persona que no estaba feliz con el regreso del hijo pródigo: el hermano mayor, quien había permanecido fielmente en su hogar, para servir a su padre. Al regresar del campo, escuchó la música de la celebración. Después de preguntarle a un sirviente qué era lo que sucedía y al escuchar que su padre había organizado una fiesta por el regreso de su hermano menor, se enojó y se rehusó a entrar. A pesar de que su padre salió para suplicarle que se uniera a la celebración, se rehusó y su respuesta reveló lo que había en su corazón.

La actitud del hermano mayor

  • Enojo. Esa fue su primera reacción al descubrir que su padre le había dado la bienvenida a su hermano menor, a pesar de todo lo que había hecho mal (v. 28).

  • Celos. Sintió que su padre era injusto con él. “He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos” (v. 29).

  • Amargura. “Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes… has hecho matar para él el becerro gordo” (v. 30).

  • Resentimiento. Estaba resentido por el hecho de que su padre nunca había reconocido su fidelidad, pero sí había recompensado al hijo desobediente solo por haber regresado.

  • Rechazo. Veía la celebración que su padre le hizo a su hermano menor como un acto de rechazo hacia él (v. 29).

  • Rencor. Puso su atención en el pecado de su hermano y no en su arrepentimiento, al mencionar que había “consumido tus bienes con rameras” (v. 30).

  • Irrespeto. Ni tan siquiera habló del hijo pródigo como si fuera su hermano, sino que le llamó “este tu hijo” (v. 30).

  • Recriminación. Culpó a su padre por nunca haberle hecho una fiesta como la que había organizado para su rebelde hermano (v. 29).

  • Santurronería. Se consideró libre de cualquier pecado.

  • Causticidad y mordacidad. “Este tu hijo, que ha consumido tus bienes con ramera” (v. 30).

En esta historia, el hijo pródigo representaba a los recaudadores de impuestos y a los pecadores; pero el hermano mayor simbolizaba a los escribas y fariseos que se consideraban justos. Asistían a la sinagoga cada Sabbat, pero menospreciaban a los pecadores y publicanos.

Lecciones del hermano mayor

De la misma manera, nosotros también podemos llegar a criticar a las personas que llevan un estilo de vida pecaminoso. Así que, debemos aprender lecciones valiosas de la actitud del hermano mayor y no criticar los pecados de los demás.

  • Hay dos “pocilgas” en esta parábola. La más obvia se encontraba en una provincia apartada, en donde el hijo pródigo terminó como resultado de su pecado. Pero el hijo mayor también tenía una actitud pecaminosa en su propia casa. Se sentía piadoso por la obediencia externa que expresaba hacia su padre; pero en su corazón se revolcaba en una pocilga de resentimiento y santurronería.

  • Podemos estar en una provincia apartada sin siquiera saberlo. Una provincia lejana puede ser cualquier lugar a donde escojamos ir fuera de la voluntad de Dios. El hijo pródigo se fue del hogar para vivir sin restricciones; pero, aunque el hermano mayor se quedó físicamente en su casa, todavía se encontraba en una provincia lejana, pues su corazón estaba lleno de malas actitudes. Aunque había permanecido con su familia, se sentía mal y estaba separado de ellos emocionalmente. Uno de estos hermanos alimentaba a los cerdos, pero el otro tenía un corazón lleno de rencor, celos, amargura y resentimiento hacia su hermano y su padre.

  • La senda de la libertad comienza con arrepentimiento y entrega a la voluntad del Padre. La condición de nuestro corazón no se revela por nuestro comportamiento religioso, sino por la actitud que tengamos hacia Dios y hacia los demás. Los escribas y fariseos resentían a Jesucristo por darle la bienvenida a los pecadores que desearan ser perdonados. Pero en realidad ellos estaban en una condición mucho peor, pues se rehusaban a reconocer su pecado y no veían la necesidad de buscar el perdón de Dios. Si en verdad deseamos salirnos de las pocilgas de la vida, debemos estar dispuestos a reconocer nuestro pecado y pedirle a Cristo que nos perdone.

REFLEXIÓN

  • ¿Con cuál de los dos hermanos se identifica más? ¿Por qué?

  • ¿En alguna ocasión ha caído en una pocilga de pecado sin darse cuenta? ¿Qué le ayudó a reconocer la condición en la que se encontraba?

Enlace de descarga

Este mensaje es parte de la serie Bienvenido a casa: La parábola del hijo pródigo.

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