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Fotografía por Charles F. Stanley.
Meditación diaria

Un privilegio maravilloso

Dios envió a su Hijo para ser el sacrificio expiatorio perfecto para todos los que han puesto su fe en el Salvador.

9 de mayo de 2022

Hebreos 7.11-28

La oración es un privilegio admirable, sin duda, y debemos tratarla como tal. ¿Alguna vez se ha detenido a considerar por qué el Dios santo se digna escuchar nuestras peticiones y, además, responderlas? El Señor es tan perfecto que el más mínimo indicio de pecado es incompatible con su presencia. Los seres humanos, en cambio, son inherentemente pecaminosos. Sin embargo, Dios quiere tener comunión con nosotros, por lo que creó un medio para que eso fuera posible.

Antes de la muerte y resurrección de Cristo, los sacerdotes ofrecían una y otra vez sacrificios para cubrir las transgresiones del pueblo. No obstante, la sangre animal nunca eliminaba el pecado de forma permanente. Por eso, Dios envió a su Hijo para ser el sacrificio expiatorio perfecto “una vez para siempre” para todos los que han puesto su fe en el Salvador (He 7.27). Debido a que Jesucristo pagó toda nuestra deuda con su preciosa sangre, ahora podemos entrar en la santa presencia de Dios.

No subestimemos la importancia de poder hablar con el Señor. Por el hecho de haber sido perdonados de todo pecado, ahora somos bienvenidos a acercarnos al Padre en oración, porque su Hijo es nuestro sumo sacerdote que nos cubre para siempre con el velo de su justicia.

Biblia en un año: 1 Crónicas 25-27

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