Como vimos ayer, Cristo, Dios hecho carne, no insistió en la posición y los privilegios que le correspondían. Por el contrario, se humilló y se hizo esclavo. Dio este paso hasta la muerte; de hecho, la muerte dolorosa y humillante por crucifixión. Esta es una poderosa declaración del carácter de Dios.
Jesucristo dejó de lado el poder para servir con humildad. Como creyentes, queremos ser más semejantes a Cristo, así que ¿no deberíamos también anhelar servir con humildad? Para no perder de vista este llamado, recordemos hasta dónde llegó nuestro Padre celestial: llegó hasta la muerte y resucitó a Cristo a una nueva vida, la vida de resurrección. Dios exaltó hasta lo sumo al
Salvador, y le dio el nombre que es sobre todo nombre.
Incluso si de alguna manera no somos capaces de ver el impresionante alcance del amor y el servicio del Salvador durante su vida terrenal, esto será claro cuando regrese. Filipenses 2.10 dice que toda rodilla se doblará ante el Señor. La frase “en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra” indica que todos lo adoraremos.
Desde la perspectiva de Dios, no le agradamos ni le honramos exaltándonos a nosotros mismos. Por tanto, derramemos lo que tenemos en servicio y humildad, para la gloria de Dios Padre.
Biblia en un año: 1 REYES 6-7