El amor es un sentimiento poderoso, que puede motivarnos a dar con más generosidad y cuidar de otros con más amor. Amar a alguien es algo que experimentamos con todo nuestro ser, a menudo de maneras que desafían explicaciones sencillas. Pero ¿cómo es posible saber si amamos a Dios, a quien no podemos ver, oír ni tocar?
El amor de Cristo por el Padre se demostró por medio de la obediencia. Cada palabra, pensamiento y acción, desde el momento en que dejó el cielo para nacer en Belén hasta su ascensión, se hizo de acuerdo con la voluntad del Padre celestial. Su relación era tan íntima que el Señor no solo sabía lo que su Padre deseaba, sino que también se deleitaba en obedecerlo. (Véanse Sal 40.7, 8; Jn 6.38).
Si queremos crecer en nuestro amor por el Señor, debemos acercarnos a Él, estudiar su Palabra y pasar tiempo en oración, escuchando su voz. Para luego, poner en práctica lo aprendido.
En este cuarto domingo de Adviento, mientras nos preparamos para celebrar el nacimiento de nuestro Salvador, piense en su gran amor por usted, una realidad lo suficientemente fuerte como para impulsarle a morir en su lugar. Dios no quiere más que derramar su amor ilimitado sobre la humanidad. Solo necesitamos estar dispuestos a recibirlo.
BIBLIA EN UN AÑO: SANTIAGO 1-5