La salvación se refiere a la libertad que se obtiene cuando Dios rescata a alguien de la esclavitud del pecado y lo hace parte de su familia. Es una liberación lograda solo por medio de Cristo, quien murió en nuestro lugar para que podamos ser reconciliados con el Padre. Esta afirmación a menudo evoca preguntas:
Si trato de vivir de una manera moral, ¿claro que Dios me aceptaría? Preguntas como esta asumen que el Señor nos salva según nuestra conducta. Pero Romanos 3.10 dice: “No hay justo, ni aun uno”. A los ojos de Dios, incluso nuestros actos virtuosos, por sí solos, no son más que trapo de inmundicia (Is 64.6).
¿No nos aceptará el Señor por su bondad? Dios es bueno y misericordioso, pero también justo. No pasará por alto el pecado, por más pequeño que creamos que sea.
Si servimos en nuestra iglesia o ayudamos a otros en el nombre de Dios, ¿no somos parte de su familia? Las buenas obras no resuelven nuestro problema del pecado ni nos reconcilian con Dios. Solo Cristo lo hace (Ro 5.1). Las buenas obras son un resultado importante de la salvación, no la base para ella.
La salvación es una obra de la gracia de Dios y no un producto de nuestro esfuerzo.
Biblia en un año: EZEQUIEL 40-42