¿Alguna vez se ha preguntado por qué Dios permitió que Adán y Eva pecaran? Ya que Él es todopoderoso y omnisciente, no hay duda de que no le tomó por sorpresa dicha rebelión, y que por tanto, podría haberles impedido que arrastraran a toda la humanidad al pecado y al sufrimiento. Pero ¿por qué no lo hizo?
Aunque no podemos comprender la mente inescrutable de Dios, el versículo 20 del pasaje de hoy nos da una idea: “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”. La presencia del pecado en el mundo es una oportunidad para que Dios muestre quién es realmente —un ser de gracia infinita e incondicional. En otras palabras, el pecado y la rebelión nos permiten experimentar su gracia.
Los ángeles se asombran ante el evangelio, porque, como seres que nunca dejan de cumplir las órdenes de Dios, no han experimentado su perdón o el favor inmerecido que a menudo nosotros damos por sentado (1 P 1.12). Todo lo que el Creador ha hecho en su universo ha sido con el propósito de revelar su gloria incomparable, su majestad y su gracia. Y la culminación se ve en la extensión de su amor a pecadores como nosotros. De todas sus criaturas, solo los seres humanos pueden experimentar su gracia asombrosa y el regalo de la salvación.
Biblia en un año: 1 Corintios 1-3