Nuestro mundo está obsesionado con la juventud. El mercado está inundado de productos que prometen más salud, menos arrugas y mejores cuerpos. Sin embargo, a menos que la muerte intervenga, envejecer es inevitable. Pero vivir como si fuéramos viejos es una opción. Podemos ser jóvenes en alma y espíritu, no importa cuál sea nuestra edad cronológica.
El pasaje de hoy nos dice que cuando un hombre justo está plantado con firmeza en el Señor (Sal 92.13), llegará a ser fructífero en las cosas que durarán por la eternidad. Los creyentes nunca debemos dejar de dar fruto; debemos permanecer en Cristo para hacer la obra que nos ha encomendado (Jn 15.4; Ef 2.10).
Incluso cuando caminamos con Cristo, nuestros cuerpos pueden debilitarse; sin embargo, podemos tener la confianza y la estabilidad que vienen solo de crecer fuertes en la fe. Cada año es una oportunidad para confiar más en Dios y apoyarnos por completo en su Palabra.
Mantenerse joven mientras se envejece comienza con la mente. Nunca deje de escuchar al Padre y aprender de su Palabra. Permita que el pensamiento piadoso moldee su actitud. Sea agradecido, no deje de reír y regocijarse en el Señor. Por encima de todo, siga creyendo y amándolo con todo su corazón.
Biblia en un año: 2 Samuel 7-9