No importa cuánto tiempo una persona haya conocido al Señor Jesucristo, toda experiencia de fe pasa por altibajos relacionados con las dudas, la confianza, el desánimo, el gozo, entre otros. El pasaje de hoy trata de una de esas áreas de fluctuación: nuestra capacidad de discernir.
Al comparar el discernimiento con la dieta de un bebé, el escritor de Hebreos observó que los cristianos judíos de la época carecían de sabiduría espiritual y necesitaban ayuda para entender lo que se les estaba comunicando. Sin embargo, continuó diciendo que podían madurar; solo necesitaban “[tener] los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y el mal” (Heb 5.14). En otras palabras, es posible ganar discernimiento agudo.
Si usted está experimentando un juicio nublado en este momento, puede apoyarse en dos fuentes para que le dirijan: la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios. Cuando escuchamos a su Espíritu y leemos las Sagradas Escrituras con regularidad, entrenamos poco a poco nuestros sentidos para distinguir entre el bien y el mal. Incluso si enfrentamos una situación que no es mencionada en la Biblia, tenemos un Ayudador cuya tarea es guiarnos a toda la verdad (Jn 14.26; 16.13).
Dios ha dado a todos los creyentes acceso a su sabiduría. Entonces, si usted necesita orientación hoy, no dude en pedírsela. Él quiere ayudarle.
Biblia en un año: Hechos 16-17