El profeta Jeremías conocía el dolor de una noche oscura. A menudo se le llama el profeta llorón debido a las lágrimas que derramó por la destrucción de Jerusalén y la pecaminosidad de su pueblo. Pero incluso en su tristeza, Jeremías pudo aferrarse a la esperanza. Permaneció confiado en que tanto el pueblo de Dios como la ciudad de Jerusalén serían restaurados, gracias a la fidelidad y la misericordia infinita del Padre celestial.
Para Jeremías, la confianza provenía de confiar en Dios, y lo mismo puede ser cierto para nosotros. No importa qué dificultades surjan, tenemos la promesa de Dios de que Él es fiel para cuidar de nosotros. Confiar en la fidelidad y la misericordia de Dios nos permite aferrarnos a una esperanza inquebrantable.
Las palabras del Señor Jesús en Mateo 6.30-32 ponen de relieve el clamor de Jeremías: “No os afanéis, pues, diciendo: ‘¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?’… vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas”. Dios está plenamente consciente de nuestras necesidades y será fiel para satisfacerlas. Sus misericordias están disponibles para nosotros todos los días. Acudamos a esas misericordias, como lo hizo Jeremías, y también experimentaremos confianza y paz.
Biblia en un año: 2 SAMUEL 7-9