A diferencia del rey Ezequías, es probable que usted no se enfrente a un ejército invasor. Pero si es como la mayoría de las personas, su vida está llena de obstáculos, problemas y necesidades cotidianas que amenazan su paz y seguridad. ¿Qué hace al respecto? ¿Confía en sus propias fuerzas y su talento para encontrar un camino, o pide ayuda a Dios?
Uno de los propósitos de la oración es hacernos conscientes de nuestra dependencia del Señor. Ninguna preocupación es demasiado pequeña para llevarla a Él, y nada es demasiado grande que Él no pueda manejarlo. De hecho, se nos dice que no nos preocupemos por nada y que oremos por todo (Fil 4.6). El resultado de la dependencia en la oración es una paz inexplicable, incluso en medio de circunstancias inalterables (Fil 4.7).
A veces olvidamos que somos criaturas que dependen por completo del Creador para poder respirar. La oración es un privilegio que Dios nos ha dado a sus hijos; nos permite poner humildemente nuestras preocupaciones ante nuestro Padre, confiando en que Él dirigirá nuestro camino y proveerá para nuestras necesidades. No tenemos nada que perder, excepto nuestro orgullo y autosuficiencia, junto con el temor y la ansiedad resultantes.
Biblia en un año: Habacuc 1-3