La mayoría de las veces, esperar implica mucho estrés, en especial cuando no sabemos cuánto durará el tiempo de espera. Durante momentos así, a veces nos alejamos de Dios y anhelamos que todo se vuelva más fácil. Pero ¿qué pasaría si acudiéramos a Él en lugar de preocuparnos?
El profeta Joel habló al pueblo de Dios durante un tiempo difícil cuando su tierra había sido invadida por langostas. Los medios de subsistencia fueron destruidos por la sequía y la plaga, y la gente estaba muriendo de hambre. Eran días llenos de destrucción, tinieblas y pesimismo total.
Pero Dios no les recordó los días pasados. En vez de eso, les señaló el futuro, a Él mismo. Los llamó a volver a Él y les recordó que finalmente llegaría un día de victoria y redención. Y aunque es cierto que “el final” podría estar a generaciones de distancia, hay consuelo en saber que su promesa de restauración es segura.
En ese día habrá un gran regocijo, las tinajas rebosarán y “todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo” (Joel 2.32). Al dirigir la mirada hacia ese día seguro pero lejano, nosotros también podemos encontrar las fuerzas para seguir esperando.
Biblia en un año: ÉXODO 1-3