La inseguridad puede no sonar tan peligrosa como el orgullo o los celos, pero también es una trampa peligrosa. Los sentimientos de inseguridad pueden desarrollarse a partir de muchas situaciones.
Independientemente de las causas subyacentes, los efectos suelen ser similares. Podemos ser indecisos por temor a equivocarnos. A veces nos resulta difícil establecer relaciones duraderas porque tememos no ser un buen amigo. Podríamos mantenernos alejados de los demás por temor al rechazo. Tarde o temprano, podemos volvernos críticos de los demás. Al mismo tiempo, podemos caer en la trampa de creer que el éxito se mide por la aceptación de los demás.
No existe una solución rápida para superar la inseguridad; no es algo que podamos confesar y esperar libertad instantánea. Tampoco podemos solo ir en dirección a la seguridad; la mejoría toma tiempo. Es útil tratar de identificar de dónde provienen tales sentimientos, y luego entregárselos al Señor (1 P 5.7).
La verdad es que Dios tiene un camino especial para cada uno de sus hijos (Ef 2.10), un camino donde el éxito no puede medirse por el elogio humano. En última instancia, debemos decidir confiar en lo que Dios dice sobre nosotros y no en lo que el enemigo susurra.
BIBLIA EN UN AÑO: ÉXODO 31-33