¿Qué le haría falta para considerarse rico? ¿Una cuenta bancaria abultada? ¿Un coche lujoso? Puede que no sea tan osado como para admitirlo, pero ¿refleja su vida esta mentalidad? Muchos creyentes se llevan por el estándar de riquezas del mundo y definen la riqueza por lo que poseen.
Esto ocurre tanto si uno es rico como si no. Para los acomodados, la tentación es ver el dinero como la característica definitoria de su vida; para los pobres, el dinero se convierte en su objetivo de satisfacción. La codicia afecta por igual a ricos y pobres.
De lo que muchos no se dan cuenta es de que, en Cristo, somos ricos. Claro que usted puede tener cuentas que pagar, pero si ha puesto su fe en Cristo, puede reconocer con valentía que Dios ya ha derramado sobre usted sus más ricas bendiciones (Ef 2.4-7).
El pasaje de hoy dice que Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual (Ef 2.3). ¿Se fijó en el tiempo verbal allí? Se utiliza el tiempo pasado —“ha bendecido”— lo que significa que ya ha sucedido. Y Él no solo da un poquito aquí y allá; más bien, derrama sus bendiciones abundantemente sobre nosotros.
Mire más allá de sus finanzas y haga una lista en oración de todas las bendiciones recibidas que pueda. Mañana examinaremos más de cerca algunos de los regalos más preciados de Dios.
Biblia en un año: 1 CORINTIOS 1-3