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El Calafate, Patagonia, Argentina. Fotografía por Charles F. Stanley.
Meditación diaria

Las consecuencias de la ira

Aferrarnos a nuestra ira es contrario la voluntad de Dios; pues nos destruye a nosotros y envenena a los demás.

20 de octubre de 2023

Proverbios 19.19

¿Cuándo fue la última vez que usted sintió ira, y cómo reaccionó? Todos nos enojamos en un momento u otro; incluso Dios mismo siente ira. Sin embargo, como somos humanos, no siempre reaccionamos de la mejor manera. Efesios 4.26 nos dice: “Airaos, pero no pequéis”.

Una forma en que pecamos a menudo es aferrándonos a la ira. Cuando el resentimiento se instala en nuestro corazón, tuerce nuestro pensamiento y nuestras emociones y nos roba la paz. Entonces esa amargura puede derramarse en nuestras relaciones. Podemos decir palabras hirientes, incluso a aquellos que no son la causa de nuestra ira. O podemos aislarnos para protegernos y evitar futuras heridas.

Aunque aferrarse a la ira es perjudicial para nuestro bienestar personal y la conexión con los demás, un resultado aun más grave es que dificulta la comunión con el Señor. Una actitud negativa endurece nuestro corazón y afecta la labor de Dios en y a través de nosotros, además de que lo entristece. Nuestro Padre celestial quiere colmarnos de gozo y paz, pero el corazón enojado impide esas bendiciones.

¿Está usted albergando ira? La amargura no resuelta puede estar tan arraigada a su alma que ni siquiera se dé cuenta de que está ahí. Sentir ira de vez en cuando es normal, pero aferrarse a la negatividad es destructivo.

Biblia en un año: Lucas 1

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