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Grandes Montañas Humeantes, Tennessee. Fotografía por Charles F. Stanley.
Meditación diaria

La sangre preciosa de Jesucristo

Jesucristo sacrificó su vida para que podamos disfrutar de una relación personal con el Padre celestial.

5 de marzo de 2025

1 Pedro 1.17-21

El derramamiento de sangre es esencial para la fe cristiana: sin un sacrificio, nadie puede relacionarse con el Padre celestial. Por esa razón, Dios entretejió la historia de la muerte, la renovación y la reconciliación desde Génesis hasta Apocalipsis.

El Señor diseñó la redención de una manera que demostraba la conexión entre el derramamiento de sangre y la liberación del pecado. En el Antiguo Testamento, dio instrucciones para que solo se ofrecieran sacrificios de animales sin defectos. Dios quería que todos entendieran que el pecado traía consecuencias terribles y resultaba en la muerte. La primera muerte registrada en la Biblia fue la del animal cuya piel se convirtió en la cobertura de Adán y Eva después de que pecaron (Gn 3.11-13, 21). Más adelante, los israelitas tenían que hacer sacrificios para ser absueltos de sus pecados; cada vez que llevaban un cordero o un par de palomas al sacerdote, reconocían que “la paga del pecado es muerte” (Ro 6.23). Pero Dios, por su bondad, envió a su Hijo para pagar el precio de nuestros pecados de una vez y para siempre.

El pasaje de hoy dice que fuimos “rescatados, no con cosas perecederas... sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (vv. 18, 19). Que siempre estemos agradecidos por su regalo sacrificial.

BIBLIA EN UN AÑO: JOSUÉ 1-3

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