Algunas personas piensan en la salvación como un punto único en el tiempo. Y es verdad que en el momento que una persona pone su confianza en el Señor Jesús, se convierte permanentemente en miembro de la familia de Dios. Pero limitar la definición a esa única decisión de fe ofrece una imagen incompleta.
La salvación tiene tres partes: 1) la justificación: el momento en que nuestros pecados son perdonados; 2) la santificación: el proceso de consagración al Señor; y 3) la glorificación: el momento en que somos transformados y hechos libres de pecado en la resurrección.
Quienes son justificados están siendo santificados y serán glorificados (Ro 8.29, 30). No podemos afirmar que somos salvos si la santificación no está teniendo lugar en nuestras vidas. El grado de santidad varía con cada persona, pero Dios ha prometido perfeccionar la buena obra que comenzó en nuestra vida (Fil 1.6).
Cristo es nuestro Dueño porque nos compró del pecado con su sangre. Y Romanos 10.9 dice que debemos confesarlo como Señor para ser salvos. La pregunta es si usted se está sometiendo a su proceso de santificación. ¿Ha cambiado su vida desde que confesó su fe en Cristo? ¿Está cooperando con el Espíritu Santo para que su vida refleje la imagen del Señor?
Biblia en un año: Números 23-25