La mayoría de los cristianos están familiarizados con el evangelio. Sin embargo, a menudo seguimos siendo reacios a compartir nuestra fe. Tal vez el miedo a las reacciones negativas pueda hacernos guardar silencio. ¿Qué pasaría si no sabemos responder a las preguntas o terminamos como tontos? Lo cual puede ser intimidante.
Pero recuerde que Dios nos ha dado la noticia más importante. No podemos permitir que el miedo o la ignorancia nos impidan compartir el único mensaje que puede cambiar el destino eterno de una persona. El apóstol Pablo aprovechaba las oportunidades de hablar a la gente de Cristo, porque estaba enfocado en el poder transformador del evangelio, en vez de las posibles reacciones negativas (Ro 1.15-17). A menudo, la razón por la que nos avergonzamos o tenemos miedo de hablar de nuestra fe es que estamos preocupados por nosotros mismos. Pero si expresamos un interés genuino en quienes nos rodean y pedimos a Dios que abra una puerta para compartir nuestra fe, Él responderá esa oración.
Tendemos a entretenernos con actividades temporales que se desvanecen. Pero las almas son eternas, y las personas necesitan conocer al Salvador. Busque oportunidades para acercarse a quienes le rodean: inicie una conversación, pregúnteles cómo están. Esté atento a la oportunidad de compartir el amor de Cristo.
BIBLIA EN UN AÑO: HEBREOS 4-6