Todos fallamos. Los creyentes, algunas veces, no vivimos como lo enseña la Biblia, y nos perdemos del gozo y la paz que Cristo prometió. ¿La razón? No reconocemos la necesidad de vivir en el Espíritu. En Pentecostés, el Espíritu de Dios vino a morar en los creyentes. Es un don que nos bendice de muchas maneras. Consideremos lo que hace. El Espíritu Santo...
- Nos muestra nuestro pecado (Jn 16.8).
- Nos regenera. Como creyentes, somos nuevos en Cristo (2 Co 5.17).
- Nos sella como hijos del Todopoderoso (Ef 1.13).
- Nos enseña, dirige y da poder (Jn 14.26).
- Nos da dones y nos capacita para hacer la obra que Dios ha dispuesto para nosotros (Ef 2.10; para una lista de dones espirituales, véase también 1 Co 12).
- Da fruto a través de nosotros (Ga 5.22, 23).
Cuando somos obedientes a lo que Dios nos llama a hacer, podemos verle obrar de maneras poderosas. Todos estos beneficios están disponibles para cualquier persona que siga al Señor Jesús, pero podemos perderlos al intentar vivir con nuestras propias y escasas fuerzas.
Recuerde que la vida cristiana consiste en que Cristo vive en y a través de nosotros por el poder del Espíritu Santo que habita en nuestro interior.
Biblia en un año: Deuteronomio 9-11