El Señor les dijo a sus discípulos: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto” (Jn 15.5). A medida que llevamos a cabo los planes del Señor Jesucristo a través del poder del Espíritu Santo, dos cosas se harán cada vez más evidentes:
1. Atesoraremos la Palabra de Dios en nuestro corazón. Al estudiar la Biblia, aprendemos muchas cosas importantes sobre el Señor, incluyendo su naturaleza, plan y promesas. El estudio regular desarrolla nuestra capacidad de pensar bíblicamente y profundiza nuestra relación con Él. Una de las indicaciones de que atesoramos su Palabra es un cambio en el comportamiento; nuestras decisiones serán guiadas por sus principios, y nuestras acciones reflejarán el fruto del Espíritu (Ga 5.22, 23).
2. Nos adornaremos con bondad y verdad. Estas dos virtudes deben ser nuestras compañeras constantes. El Señor quiere que digamos siempre la verdad y que lo hagamos con amor y compasión. La bondad ayuda a proteger las relaciones y a prevenir discordia y división.
La vida cristiana es un viaje lleno de abundancia y desafíos (Jn 10.10; 1 P 4.12). Al mismo tiempo, debe caracterizarse por la fructificación que proviene de seguir a nuestro Guía y Compañero.
BIBLIA EN UN AÑO: ÉXODO 22-24