Cuando piensa en Dios, ¿qué le viene a la mente? A menudo, tendemos a verlo de la manera que mejor se ajuste a nuestra necesidad o situación. Por ejemplo, si luchamos con la culpa, podríamos enfocarnos en su perdón. La verdad es que su carácter abarca mucho más de lo que podríamos comprender o explicar. Pero veamos hoy uno de sus atributos: su grandeza.
El pasaje de hoy nos dice que Dios es más grande que la creación (Is 40.12), porque fue por sus manos que llegó a existir todo lo que vemos. Es superior a las naciones o a cualquier ídolo creado por el mejor artesano (Is 40.17-20). De hecho, Dios está por encima del mundo y de toda la humanidad (Is 40.22, 23), sobrepasando incluso los cielos y las galaxias.
Los pensamientos y los caminos de nuestro Padre son mucho más grandiosos que los nuestros (cf. Is 55.9), y elevados, en comparación con lo que podemos entender. El Salmo 93.1 dice: “Jehová reina; se vistió de magnificencia; Jehová se vistió, se ciñó de poder”.
Pensemos en el Dios asombroso a quien servimos. En realidad es digno de nuestra alabanza. Al comprender siquiera una fracción de su grandeza, nuestra respuesta debe ser de humilde adoración. Después de todo, ¿quiénes somos nosotros para que Dios desee nuestra amistad, tanto que envió a su Hijo a morir por nuestros pecados?
Biblia en un año: Salmos 95-102