La mayoría de nosotros queremos paz en nuestro corazón, en nuestras relaciones y en el mundo. Pero la esfera más importante de la paz es con Dios. Sin ella, estamos perdidos. Cuando Adán y Eva pecaron, se levantó una barrera entre la humanidad y el Creador. La armonía que había existido anteriormente entre Dios y el hombre se quebrantó, y solo Dios podía restaurarla.
El costo de la reconciliación fue la horrible muerte del Hijo de Dios mientras colgaba en la cruz, para cargar con el peso del pecado de la humanidad. Ese día Jesucristo pagó el castigo por nuestras transgresiones. En el momento de su muerte, el enorme velo del templo que dividía el lugar santo del lugar santísimo se rasgó en dos de arriba a abajo, lo que significaba que se había logrado la reconciliación. Ahora la paz con Dios era posible.
Aunque era un instrumento de brutalidad y muerte, la cruz permanecerá para siempre como símbolo de paz. Pero la paz con Dios se da solo a quienes, por fe, reciben al Señor Jesucristo como Salvador personal (Jn 1.12, 13). ¿Qué paz más grande podría existir que la certeza de la perfecta armonía con Dios? ¿Ha recibido usted este regalo?
Biblia en un año: Ezequiel 29-31