La última cena del Señor con sus discípulos tuvo lugar durante la Pascua. Al darles el pan, dijo. “Esto es mi cuerpo” (Mt 26.26). Después, al ofrecer el vino, les dijo. “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada” (Mt 26.27, 28). Los creyentes de hoy celebramos la Cena del Señor como un símbolo de...
Limpieza. Comenzando con Adán y Eva, Dios requirió un sacrificio para cubrir las transgresiones (Gn 3.21; Lv 17.11). Pero esto era solo una solución temporal. Cristo fue la respuesta permanente al problema: Él tomó sobre sí el pecado —pasado, presente y futuro— y murió para pagar la pena en nuestro lugar.
Consagración. Cuando confiamos en Cristo para salvación, somos apartados para el Señor. Nuestros pecados son perdonados y recibimos vida eterna, así como al Espíritu Santo que habita en nosotros. El pan y la copa son una oportunidad para recordar lo que Dios espera de nosotros, y para renovar el compromiso de obedecerlo.
Comunión. Estamos conectados con el Señor que nos salvó y, entre los miembros de la familia de Dios, encontramos consuelo y apoyo.
La Cena del Señor es un buen momento para recordar lo que Cristo nos ha dado. Participemos solemnemente y con gratitud.
BIBLIA EN UN AÑO: JUECES 1-3