Dios es soberano sobre todas las cosas, y Él es quien establece las naciones y quien las derrota. A sus ojos, ellas son tan efectivas como “gota [de agua] en un cubo” o un “grano de polvo en la balanza” (Isaías 40.15 LBLA). ¿Ha pensado usted alguna vez en su país de esta manera? Desde nuestra perspectiva individual, las naciones son muy poderosas, y parece que una sola persona no sería capaz de generar ningún cambio.
Pero los cristianos podemos transformar una nación con nuestras oraciones. De hecho, la manera en que podemos desempeñar un papel en el cambio de trayectoria de una nación es intercediendo por quienes están en posición de autoridad. Pablo exhorta a la iglesia a orar “por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”. Continúa diciendo que Dios aprueba este enfoque, ya que Él “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Ti 2.2-4).
Dios tiene el poder de hacer que una nación se vuelva a Él, y de modo sorprendente, a menudo utiliza las oraciones de su pueblo para llevar a cabo su voluntad. Como nos dice Santiago 5.16, las oraciones de una persona justa pueden lograr mucho. ¿Está usted acudiendo a Dios en favor de los líderes de su país?
Biblia en un año: Salmos 120-131