Cuando confiamos en Cristo como Señor y Salvador de nuestras vidas, nos convertimos en hijos de Dios. Al usar este lenguaje, la Biblia indica la naturaleza de nuestra relación con Él: Dios es nuestro Padre y nosotros debemos actuar como sus hijos. Esto significa que debemos aprender a escucharlo, obedecerlo y amarlo cada vez más.
El Padre nos habla claramente por medio de la Biblia. Muchas personas afirman que están interesadas en escuchar a Dios, pero les resulta difícil encontrar tiempo para leer su Palabra. También hay quienes dicen: “No la entiendo”, y se dan por vencidos. Pero dentro de cada hijo de Dios vive el Espíritu Santo, quien nos ayuda a superar cualquier obstáculo y a interpretar la Palabra de Dios correctamente. Si usted sigue leyendo las Sagradas Escrituras de manera fiel, Él le ayudará a entenderla.
Una vez que la persona nace en la familia de Dios, nada puede destruir esa relación, ni siquiera el pecado. Pero la desobediencia entristece al Padre celestial y dificulta la comunión y la comunicación con Él. La restauración, que es esencial para el crecimiento espiritual, solo es posible al confesar a Dios los pecados y arrepentirnos (1 Jn 1.9).
El pasaje bíblico de hoy menciona las características de los hijos de Dios. ¿Es usted miembro de su familia? Si es así, su vida debe caracterizarse por obediencia y rectitud.
Biblia en un año: 2 Corintios 1-4