Dios les dijo a los israelitas que fueran y poseyeran la tierra de Canaán. El pueblo necesitaba un lugar para prosperar como nación, y Él eligió una tierra excepcionalmente buena para ellos.
Así que, por dirección del Señor, Moisés envió a 12 hombres para inspeccionar y espiar el área. Qué sorpresa cuando 10 de ellos regresaron con historias desfavorables y alarmantes. La mayoría solo pudo ver los obstáculos. Pero Caleb y Josué estaban seguros de que sin duda podrían conquistarla (Nm 13.30) porque estaban enfocados en las promesas de Dios y no en las dificultades evidentes. Su confianza se basaba en las palabras del Señor a Abraham: “A tu descendencia daré esta tierra” (Gn 12.7).
El resto de los israelitas no compartieron la fe de los dos hombres: los relatos de gigantes y ciudades fortificadas los asustaron. Normalmente, esos habrían sido obstáculos dignos de temer. Pero el Dios Omnipotente había demostrado que podía superar cualquier cosa: había dividido el mar Rojo para facilitar su escape y los había alimentado en el desierto.
Enfocarse en los obstáculos distorsiona nuestra visión. Pero si Dios nos ha llamado a hacer algo, lo único que necesitamos ver es que Él ya ha ideado una manera de sortear, superar o atravesar cualquier barrera que pueda estar en nuestro camino.
BIBLIA EN UN AÑO: LEVÍTICO 1-4