La profecía de Miqueas al pueblo de Judá sonaba sombría: La nación había caído en la idolatría y otros pecados y, como resultado, enfrentaría el juicio de Dios de sufrimiento y exilio. (Véase Miqueas 1–3).
Pero en el capítulo 4, el tono del libro cambia abruptamente, y Miqueas se queda con lo que podríamos llamar “palabras de espera”, una característica común en la profecía bíblica. Estas son frases que alientan a Israel a ser fiel incluso cuando la esperanza parece perdida. En el primer versículo del pasaje de hoy, la palabra espera es “Acontecerá”. Dios pide a Israel no solo que espere, sino que espere con fe. ¿Cómo concilia Miqueas esta esperanza con la realidad?
A partir de ese momento, el libro adquiere un tono más esperanzador, ya que Dios le muestra a Miqueas lo que vendrá después: el Señor restaurará y revivirá la nación, proveyendo paz y sanidad. Además, promete la aparición de su Mesías, un rey y pastor que “se levantará para dirigir a su rebaño con la fuerza del Señor” (Miq 5.4 NTV).
Las palabras de Miqueas cerca del final del libro reflejan su consagración: “Pondré mis ojos en el Señor, esperaré en el Dios de mi salvación; mi Dios me oirá” (Miq 7.7). Poner los ojos en el Señor, mirar solo a Él y esperar que nos escuche, es la actitud correcta cuando las cosas parecen sombrías.
Biblia en un año: Oseas 6-9