Como cristianos, debemos ayudar a los niños a madurar y amar a Dios. Queremos que sepan que el Padre celestial tiene un plan para sus vidas y que son responsables ante Él (Ro 14.12).
Es importante enseñar estas verdades a los niños desde temprano. Los principios bíblicos pueden moldear su pensamiento, decisiones y corazón. Debemos explicar cuidadosamente la voluntad de Dios, enseñándoles que deben rendir cuentas por su comportamiento, no solo a los padres, sino también al Señor.
También es esencial que enseñemos a nuestros hijos a comunicarse con el Padre celestial. Permita que le vean acudiendo al Señor y orando por ellos. Con el tiempo, desarrollarán el hábito de hablar con Dios. Lo cual se volverá muy importante a medida que crezcan y se conviertan en adultos. En lugar de decirles siempre qué hacer, enséñeles a buscar la voluntad de Dios acerca de las situaciones y luchas que enfrenten. (Véase Stg 1.5).
Toda esta enseñanza comienza antes de que los niños establezcan una relación personal con Jesucristo, y continuamos el proceso demostrando rectitud a lo largo de la vida. Cuando modelamos un buen carácter y un comportamiento honorable, es más probable que nuestros hijos crezcan sabiendo que tienen un Padre amoroso.
BIBLIA EN UN AÑO: GÉNESIS 29-31