¿Alguna vez se ha preguntado usted el porqué de su vida? El propósito de Dios para cada creyente es que influencie positivamente la vida de los demás. Usted puede ser un vaso a través del cual Cristo se desborde, tocando a quienes sufren y necesitan desesperadamente al Salvador de sus almas. La Biblia enseña que nuestra participación tiene dos partes principales.
Primero, amamos a otros. Cristo dijo que este era uno de los dos mandamientos más importantes (Mt 22.36-40). De hecho, la Biblia enseña que es imposible amar a Dios si no amamos a los demás (1 Jn 4.20), y cada uno de los mandamientos de Dios es un medio para alcanzar ese fin (Mt 22.40).
Segundo, servimos. Lo hacemos orando por los demás, ayudando a los necesitados y compartiendo nuestros recursos. El Señor Jesús fue un modelo perfecto de las tres cosas. Su vida estuvo caracterizada por el cuidado a los demás, no solo de los que le amaban, sino también de los que no le amaban. De hecho, el Señor se preocupó tanto por los demás que dio su vida por nuestra redención. No hay mayor amor o acto de servicio que dar la vida, especialmente por quienes no la merecen.
El propósito de Dios para su vida es amar y servir a los demás, y cuando lo haga, brillará con la luz de Cristo con tanta intensidad que la gente querrá conocerle. Los actos de amor y servicio son una forma de compartir la buena noticia sobre el Señor.
Biblia en un año: Proverbios 29-31