Satanás quiere que creamos la mentira de que nuestras acciones no tienen consecuencias. Pero la verdad es que usted no puede rebelarse contra Dios sin cosechar el fruto de esa decisión. Tampoco puede obedecer a Dios y no recibir con el tiempo su bendición. Las decisiones que usted toma son las semillas que siembra y determinan la cosecha que recogerá.
La esencia de este principio es que todas nuestras decisiones y acciones son importantes. En algún momento, todos hemos lamentado alguna de nuestras decisiones. Como las consecuencias nunca se evaporan, es posible que usted se encuentre acosado o gobernado por cosas que ha visto, dicho o en las que ha participado. Sin embargo, Dios perdonará todo aquello de lo que usted se arrepienta genuinamente, y trabajará con usted para salvarle de las decisiones del pasado. El camino a la redención a menudo incluye obstáculos, pero el Espíritu Santo puede capacitarle para superarlos. Si las consecuencias de su pasado le abruman, entréguele esas cargas al Señor, y pídale que le limpie y le transforme.
Hágase las siguientes tres preguntas: ¿Qué clase de vida quiero vivir? ¿Cómo quiero que sea mi carácter? ¿En qué persona quiero convertirme? Deje que el Espíritu Santo le hable en cuanto a sus decisiones —pasadas, presentes y futuras— y de sus planes para usted.
Biblia en un año: Deuteronomio 18-20