Pedro era un hombre común y corriente que vivió en un tiempo extraordinario. Perteneció a la generación que vio vivir, morir y resucitar al Señor Jesucristo.
Andrés, el hermano de Pedro, fue el primero en llevarlo a conocer a Cristo (Jn 1.40-42). Cuando Él los invitó a ser sus discípulos, ambos hermanos dejaron su oficio para seguirlo (Mt 4.20).
Pedro se convirtió en un seguidor apasionado que demostraba un deseo sincero de estar cerca del Señor y servirle. Ya sea al encontrarse con Cristo en el agua durante una tormenta (Mt 14.27-29) o al hablar con Él durante su transfiguración (Mt 17.1-5).
Al principio, Pedro era impulsivo, y esto le causó problemas. Por ejemplo, cuando el Señor habló de su inminente sufrimiento y muerte, Pedro lo objetó, como si supiera más que el Señor. La reprimenda de Cristo fue rápida y directa (Mt 16.21-23). El apóstol aprendió de sus errores y más tarde se le dio una gran responsabilidad. Él es un buen ejemplo de cómo debemos dejar de lado nuestros deseos personales, aceptar de todo corazón la voluntad de Dios y vivir en estrecha intimidad con Él (Mr 8.34).
El Señor elige a personas comunes y corrientes como Pedro para edificar su reino. Nos pide que lo amemos por encima de todo y nos comprometamos a obedecerlo.
Biblia en un año: SALMOS 120-131